Ricardo Ojeda Leos
Resulta muy difícil hoy en día, abordar -prácticamente cualquier tema político- sin adentrarse en una serie de debates interminables
que culminan regularmente en cuestionamientos recíprocos, y ya sea consciente o
inconscientemente, arreglados a modo en una lógica conveniente, pero alimentados
normalmente de informaciones incompletas y en los peores casos, falsas.
A la secuela de este resultado le han llamado
unos, polarización y otros, politización. En ambos casos, independientemente de
la fortaleza o debilidad argumentativa, se trata de un terreno inmerso en uno
de los planos sociales más complejos de estudio: el ideológico. En este terreno
se fundamentan y descansan nuestras más elementales lógicas de pensamiento que
se han ido conformando a lo largo de toda nuestra formación personal y a través
de todas nuestras experiencias institucionalizadas de vida, lo que la hace suficiente
e inconscientemente tan sólida que, es casi imposible desprenderse de su
influencia, porque sencillamente sería como incursionar extraviadamente en un
nuevo terreno que aparentemente puede parecer ajeno, pero que, de hacerlo, podría,
sin duda, ampliar la visión y enriquecer el debate.
La polarización o radicalización de las
posturas políticas no es privativo de este sexenio, sería un grosso error creerlo
así y sería entramparse en una discusión sin sentido. La política en su más profunda
naturaleza ha sido creada precisamente para eso, para administrar las diferencias
sociales que son sustancialmente opuestas e irreconciliables. La política no
tendría sentido de ser, si no lo fuera así, de tal manera que la política -para
aquellos que la minimizan o desprecian, puede ser un mal necesario pero
insustituible para la organización y convivencia civilizada, y más vale estar
al pendiente de ella porque como decía el historiador británico Arnold J.
Toynbee "El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es
que serán gobernados por personas que sí se interesan."
De tal suerte, que si una de las fuentes
principales del debate político es la información, entonces debemos estar muy
atentos a ella, y sobre todo, comprender y analizar críticamente los medios que
las difunden: conocer su historia, sus intereses, los actores que están al frente
, pero aún más, los que están detrás, porque ahí se encuentran sus verdaderas pulsiones
políticas. La ingenuidad no tiene cabida en un contexto tan intrincado como el
que vivimos.
Decía Paulo Freire, uno de los educadores
más reconocidos del siglo pasado, que a la conciencia ingenua le seguía
la conciencia crítica y como resultado natural de ésta, se producía la conciencia
política. En suma, la politización es un estado consecuente de la evolución
de la conciencia y no es posible ni deseable, renunciar a ella.
Sería importante determinar la veracidad de la información de la cual partimos; pues , de otro modo,y sin el propósito de ganar ningún debate, se estaría alimentando un discurso con argumentación chatarra que ingesta.
ResponderEliminar*indigesta
ResponderEliminarExcelente reflexión
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