Ricardo Ojeda Leos
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in duda que la inmensa mayoría de los mexicanos, aficionados
o no al fútbol, quedamos impresionados después de enterarnos de los sucedido en el estadio de futbol de la ciudad de que
fue la cuna de nuestra independencia nacional, al observar las imágenes de las
inenarrables escenas de la violencia desatada por supuestos hinchas predominantemente
del equipo local.
De manera personal
puedo dar fe de la conducta agresiva de algunos elementos de la porra, barra o
grupo de animación, (cualquier adjetivo que se les dé no altera su naturaleza)
porque en alguna ocasión tuve la oportunidad de entrar a ver un partido ahí y
de verdad que se podía sentir en aquella ocasión la atmósfera de violencia impulsada
por un fanatismo irracional que nada tiene que ver con la lealtad de un verdadero
aficionado de fútbol y sí mucho con una conducta rayando en lo delictivo y
proyectando una enorme frustración personal sin ningún tipo de capacidad de
razonamiento…era cuestión de tiempo -pensé en ese entonces- para que sucediera
algún día una desgracia…y lamentablemente, sucedió.
Oficialmente no hay
cifras de fallecidos, ojalá así sea, aunque por supuesto que también se tiene
el derecho a dudar de esa información porque es de dominio público los enormes
intereses económicos y políticos que hay detrás del fútbol como negocio, y con
ello el interés que pudiera existir para ocultar o matizar los daños, aunque
tampoco hay pruebas contundentes para sospechar más allá de la vox populi que
como ya es común ahora se disemina en el ciberespacio a través de las redes
sociales, que se han convertido en un lugar también de sensacionalismo que
aloja muchas mentiras y desinformación.
Es lamentable lo
sucedido por donde quiera que se le vea, con matices o sin ellos, sin embargo, lo
más preocupante es que esta atmósfera latente de violencia no es exclusiva de
los estadios de fútbol, en nuestro país existe desgraciadamente desde hace
mucho tiempo un estado potencial de violencia en muchos ámbitos de nuestra vida:
en las carreteras con automovilistas sin la mínima cordialidad para ceder el
paso a otro vehículo o sin tolerancia ante la impericia o error de otro
conductor en donde el pequeño choque es muchas veces el detonante para que
familias enteras se enfrasquen en imágenes similares como las que hoy nos han
horrorizado. También se puede sentir en el hartazgo de pasajeros del transporte
público que son capaces de repetir esas mismas escenas que vimos en el estadio,
contra los delincuentes que los asaltan, asimismo puede percibirse en los roces
vecinales producto, sobre todo, de la ríspida convivencia en unidades
habitacionales donde se comparten paredes y áreas que dan origen a problemas
por diversos motivos como lo puede ser la presencia de animales ajenos que no
son cuidados por sus dueños o por abuso en la generación de ruidos excesivos etc.,
es decir, la violencia se halla en un estado potencial que convive con nosotros
cotidianamente y que poco a poco nos hemos ido acostumbrando hasta llegar al
grado de la normalización con lo que se vuelve imperceptible a nuestros propios
ojos.
Hablamos pues de la
otra violencia, que regularmente no tiene impacto mediático pero que lacera y
se genera desde la familia y, es la que nos toca a nosotros darle la cara
porque es desde ahí donde nace, se nutre y se desarrolla y mediante la cual se engrosan
las filas de la otra violencia casi institucionalizada. La educación es en este
sentido la única vía, pero la educación es una tarea de todos, no es
responsabilidad única del estado, sino de muchas instituciones, destacando la
institución familiar y la propia escuela por supuesto. Es urgente una educación
para la paz, una educación en valores que le arranque a la delincuencia sus potenciales
vasallos
En resumen, lo
acontecido en Querétaro nos obliga a reflexionar con profundidad sobre nuestras
propias responsabilidades al seno de la principal institución del Estado: la
familia. Es momento propicio para hacer una pausa y revisar nuestras conductas
y enseñanzas, en medio también de un escenario internacional de confrontación
bélica entre dos naciones que no han sido capaces de resolver sus diferencias
por las vías más civilizadas y, que nos hace cuestionar el rol de la más evolucionada
de las especies de nuestro planeta. En una palabra, es tiempo de mirarnos a nosotros
mismos porque resulta demasiado fácil ver la paja en el ojo ajeno, pero no
la viga en el propio…
Es fundamental identificar la otredad con respeto, con empatía, con solidaridad, con inclusión.
ResponderEliminarSiempre seguirá vigente Juárez para no olvidar que "Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz"
Excelente reflexión!!!
Esperamos la siguiente.
Excelentes reflexiones. ¿Será que ese riesgo no lo hayan percibido los dueños del futbol? Ante la violencia omnipresente en la mayoría de los ámbitos de la vida, se encuentra la convivencia armónica desde la familia. Saludos Ricardo
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