martes, 5 de abril de 2022

Revocación o ratificación

 

Ricardo Ojeda Leos

E

l 10 de abril de 2022 es una fecha que coinciden el aniversario 103 del asesinato de la figura más radical y de pensamiento más agudo de la revolución mexicana: Emiliano Zapata y, un ejercicio constitucional que hasta hace poco parecía no únicamente impensable sino imposible: votar para revocar el mandato o bien en su caso, ratificar la permanencia en el poder ejecutivo del presidente de la República. Un dato emblemático que debería ser motivador para acudir masivamente a las urnas y ejercer este derecho inédito, aún por escasas o lejos que pudieran estar de nuestra sección electoral.

   Se trata de un ejercicio que, si bien para que pueda ser vinculatorio, es decir, para que tenga validez oficial,  se debe alcanzar una participación del 40% del electorado, esto es, poco más de 37 millones de votantes. Cifra que se ve muy difícil de alcanzar por el clima de confrontación política entre el instituto encargado de realizar la votación, el INE y el representante del Ejecutivo, en donde se ha regateado difusión y urnas por parte del primero, y presuntamente recursos económicos por parte del segundo, así como por la prevalente oposición política de los otrora partidos en el poder que en ese afán de oponerse prácticamente a toda política presidencial de gobierno, caen en la contradicción de promover la inasistencia de los votantes con excusas leguleyas a través de las cuales buscan más bien no exhibirse y esconder su endeble fuerza electoral que de verdad hacer creer en sus anquilosados argumentos. Sólo ello desde una lógica elemental , evitaría pensar en una total falta de juicio.

   En esta atmósfera viciada también de confrontación permanente entre los tradicionales medios masivos de información y las nuevas formas de comunicación virtual a través de nuevos actores de la noticia en canales y redes sociales, es que arribamos a este suceso y, cuya mayor importancia en esta ocasión, reside más bien en dejar precedente de la instauración de una democracia más participativa que de revocar verdaderamente el mandato al ejecutivo, esto en virtud de la popularidad que sigue arrastrando el representante de este poder y que lo constata la actitud de desánimo para participar por parte de la oposición, no obstante que el propio presidente se ha pronunciado por respetar la decisión de las urnas, aún cuando no se alcance la cifra de participación que legalmente lo haría vinculatorio. Una oferta política que seguramente en cualquier otro lugar del mundo no sería tan menospreciada.

   En síntesis, a favor o en contra de la revocación de mandato, el voto del 10 de abril es un parteaguas en la historia moderna de México y debe ser respaldado por el mayor número de votantes posibles, aún con las condiciones adversas ya expuestas. No se trata de complacer caprichos ni de uno ni de otros, se trata de hacer uso de una herramienta ciudadana de democracia participativa que en el fondo enarbola los más nobles ideales democráticos y de justicia social de héroes como Emiliano Zapata Salazar. ¡Enhorabuena!

lunes, 4 de abril de 2022

Violencia más allá del estadio

Ricardo Ojeda Leos

S

in duda que la inmensa mayoría de los mexicanos, aficionados o no al fútbol,  quedamos impresionados después de enterarnos de los sucedido en el estadio de futbol de la ciudad de que fue la cuna de nuestra independencia nacional, al observar las imágenes de las inenarrables escenas de la violencia desatada por supuestos hinchas predominantemente del equipo local.

   De manera personal puedo dar fe de la conducta agresiva de algunos elementos de la porra, barra o grupo de animación, (cualquier adjetivo que se les dé no altera su naturaleza) porque en alguna ocasión tuve la oportunidad de entrar a ver un partido ahí y de verdad que se podía sentir en aquella ocasión la atmósfera de violencia impulsada por un fanatismo irracional que nada tiene que ver con la lealtad de un verdadero aficionado de fútbol y sí mucho con una conducta rayando en lo delictivo y proyectando una enorme frustración personal sin ningún tipo de capacidad de razonamiento…era cuestión de tiempo -pensé en ese entonces- para que sucediera algún día una desgracia…y lamentablemente, sucedió.

   Oficialmente no hay cifras de fallecidos, ojalá así sea, aunque por supuesto que también se tiene el derecho a dudar de esa información porque es de dominio público los enormes intereses económicos y políticos que hay detrás del fútbol como negocio, y con ello el interés que pudiera existir para ocultar o matizar los daños, aunque tampoco hay pruebas contundentes para sospechar más allá de la vox populi que como ya es común ahora se disemina en el ciberespacio a través de las redes sociales, que se han convertido en un lugar también de sensacionalismo que aloja muchas mentiras y desinformación.

   Es lamentable lo sucedido por donde quiera que se le vea, con matices o sin ellos, sin embargo, lo más preocupante es que esta atmósfera latente de violencia no es exclusiva de los estadios de fútbol, en nuestro país existe desgraciadamente desde hace mucho tiempo un estado potencial de violencia en muchos ámbitos de nuestra vida: en las carreteras con automovilistas sin la mínima cordialidad para ceder el paso a otro vehículo o sin tolerancia ante la impericia o error de otro conductor en donde el pequeño choque es muchas veces el detonante para que familias enteras se enfrasquen en imágenes similares como las que hoy nos han horrorizado. También se puede sentir en el hartazgo de pasajeros del transporte público que son capaces de repetir esas mismas escenas que vimos en el estadio, contra los delincuentes que los asaltan, asimismo puede percibirse en los roces vecinales producto, sobre todo, de la ríspida convivencia en unidades habitacionales donde se comparten paredes y áreas que dan origen a problemas por diversos motivos como lo puede ser la presencia de animales ajenos que no son cuidados por sus dueños o por abuso en la generación de ruidos excesivos etc., es decir, la violencia se halla en un estado potencial que convive con nosotros cotidianamente y que poco a poco nos hemos ido acostumbrando hasta llegar al grado de la normalización con lo que se vuelve imperceptible a nuestros propios ojos.

   Hablamos pues de la otra violencia, que regularmente no tiene impacto mediático pero que lacera y se genera desde la familia y, es la que nos toca a nosotros darle la cara porque es desde ahí donde nace, se nutre y se desarrolla y mediante la cual se engrosan las filas de la otra violencia casi institucionalizada. La educación es en este sentido la única vía, pero la educación es una tarea de todos, no es responsabilidad única del estado, sino de muchas instituciones, destacando la institución familiar y la propia escuela por supuesto. Es urgente una educación para la paz, una educación en valores que le arranque a la delincuencia sus potenciales vasallos

   En resumen, lo acontecido en Querétaro nos obliga a reflexionar con profundidad sobre nuestras propias responsabilidades al seno de la principal institución del Estado: la familia. Es momento propicio para hacer una pausa y revisar nuestras conductas y enseñanzas, en medio también de un escenario internacional de confrontación bélica entre dos naciones que no han sido capaces de resolver sus diferencias por las vías más civilizadas y, que nos hace cuestionar el rol de la más evolucionada de las especies de nuestro planeta. En una palabra, es tiempo de mirarnos a nosotros mismos porque resulta demasiado fácil ver la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio


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