Ricardo Ojeda Leos
El miedo surge del desconocimiento de las
causas, y eso conduce al odio de quien lo produce; cuando resulta infundado, la
verdad y el conocimiento por sí mismo deberían ser suficientes para eliminarlos;
pero cuando es fundado, la verdad y el conocimiento no son suficientes para su
desvanecimiento y, el odio regularmente se eleva porque el daño a los intereses
de los afectados resulta real.
En una democracia los desacuerdos no sólo son posibles
y deseables, sino necesarios e indispensables, la multiplicidad de visiones es
un regulador natural en contra de la implantación de una ideología única. La fuente
ontológica de los desacuerdos , más allá del discurso de visiones neutrales,
las cuales son imposibles e impensables, es la afectación del bienestar propio.
Nadie en sus cabales, por lo tanto, debería estar en desacuerdo con aquello que
lo beneficia, directa o indirectamente. Como
corolario, es normal que quienes son afectados por una postura institucional
que lacera sus intereses, se mantengan en una posición de permanente desacuerdo.
Surge, por lo tanto, inexorablemente una delicada interrogante ¿Por qué se
podría estar en desacuerdo contra alguien, llámese institución, persona o
gobierno, que vela en el fondo por los intereses y beneficio propios? El problema
a profundidad, como todo lo social, resulta verdaderamente complejo y multicausal,
entran en el juego, diversidad de factores que van desde la mercadotecnia
profesional y la psicología de masas, el adoctrinamiento, la formación personal,
la manipulación mediática, etc. Sin embargo, desde un análisis racional de la
génesis del miedo y el odio, buena parte de la respuesta debe hallarse inmersa
en nuestra tesis enunciada al principio, y en ese contexto, sólo la verdad nos hará...
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