jueves, 21 de octubre de 2021

¿Buscando el sentido a la vida? ¡Carajo!

Ricardo Ojeda Leos

¡Y de repente! Buscando el sentido a la vida, la mente que andaba entre nubes se dispersó y las ideas comenzaron a dejar de caer a cuentagotas y aquello poco a poco se convirtió en un gran torrente de pensamientos y sensaciones. En ese extravió surgió el sentido y se encendió la única y verdadera magia…la vida.

Buscarle el sentido a la vida es un extravío, estar vivos, tiene por sí mismo el más profundo sentido. La razón es simple: estar vivos es el más grande de los milagros,  porque la probabilidad de nacer es prácticamente nula, porque para ello hubo de suceder y entretejerse una infinita cantidad de acontecimientos y combinaciones no sólo de índole físico o geográfico, sino también de índole decisional y de toda suerte de emociones y oportunidades sociales y afectivas, todas ellas fuera de nuestro más mínimo alcance. En tal contexto, el resultado más seguro era jamás haber tenido la probabilidad de nacer, y aún con el enorme peso de esa improbabilidad aquí estamos…por lo tanto, el sólo atrevimiento de cuestionar el sentido de la vida no tiene ningún sentido y equivale a estar totalmente extraviados.

A lo que hay que hallarle sentido no es la vida, ella se explica por sí sola, sino a lo que hacemos:

Beber una copa de vino, más allá de pretender el olvido o el embrutecimiento, lo es el de degustar su sabor e incrementar la sensibilidad para liberar a los propios sentidos del cinturón con el que suele envolverles la razón.

Escuchar música, más allá de abrir los oídos para empatar su ritmo con el nuestro, lo es experimentar nuevas posibilidades de energía que ayudan a reinventar la vida.

Cantar, más allá de forzar a las cuerdas vocales o intentar arrancar el aplauso -siempre de agradecerse- lo es el destapar la conciencia y dejarla fluir entre alguna letra y alguna nota que al juntarse entre todas las canciones dibujan los sentimientos que se hallan atrapados entre la apariencia y la cotidianidad.

Correr, más allá de una recomendación médica para tener un cuerpo saludable, lo es más para hacer una pausa a los pensamientos coloquiales que acechan contra la tranquilidad y renovar a cada sístole y diástole la oxigenación necesaria para transitar en un mundo que se rehace a cada instante.

Juguetear con tu perro, más allá para entretenerlo a él, lo es más para darte la oportunidad de comunicarte con una de las más increíbles fuentes de afecto incondicional y de abrir tus entumidas alas de expresión personal.

Escribir, más allá de la pretensión de ser leído y lograr con ello un bestseller, lo es más el hecho de afinar la puntería de tus pensamientos y recordarte quién eres realmente, al reafirmar tus más profundos sueños y capacidades.

Trabajar, más allá de una necesidad de supervivencia, lo es el de reavivar las relaciones sociales que hacen evolucionar al ser humano y una oportunidad de servir directamente a los demás, con lo cual se construye el más importante de los sentidos de la vida…el de servir.

 Incluso una charla, ordenar tu espacio, cortar el césped,  tender tu cama, lavar el auto, viajar, leer, compartir una comida, etc., tienen más sentido de lo que regularmente puede uno imaginar.

Por eso, deja de culparte, deja de preocuparte por el sentido de la vida, la vida no lo necesita, ella tiene sentido por sí misma, lo saben las plantas que luchan por existir en las más férreas y mínimas condiciones, los animales que revolotean brincan o corren llenos de alegría al ver un platillo de comida, las estrellas que cada noche iluminan el firmamento a pesar de la profunda oscuridad del mismo, y lo sabemos tú y yo, y todos…. sólo vive, muévete, piensa en positivo, agradece el milagro, ¡Envuélvete en la magia de estar vivos! ¡Carajo!

jueves, 12 de agosto de 2021

¿En el caos y estancamiento o en la normalidad que avanza?

 

Ricardo Ojeda Leos

Como si no tuviéramos suficiente con una pandemia como jamás vista en tiempos modernos, en el mundo y específicamente en México prevalece además infodemia, inseguridad, manipulación, amnesia, maniqueísmo, soberbia, esnobismo, miopía y hasta ceguera. En medio de una radicalizada parafernalia informativa cuyo principal basamento en su mayoría son los poderosos intereses políticos y económicos, se erigen en la sociedad una especie de esnobs imitando de acuerdo al alcance de su pensamiento y conocimientos a quienes, por reafirmar sus ideas, consideran como los poseedores de la única verdad, despreciando y hasta encolerizando con quienes no piensan igual. En esta atmósfera pocos asuntos escapan a la controversia y hasta problemas de otra naturaleza se politizan y se meten en el mismo cajón del debate. Se intenta ridiculizar a todo lo que no es afín al pensamiento propio sin ser consciente que con ello se empobrece toda reflexión, es decir, la soberbia causa miopía y hasta ceguera.  En ese contexto, nadie cede terreno, todos tienen un ejemplo cercano para reafirmar su verdad en cada discusión y todos tienen también a su “informante” preferido para citarlo si es necesario. Difícil panorama para hacer entrar en razón a la irracionalidad: hasta los llamados “datos duros” y las inevitables comparaciones históricas son interpretadas a modo; ante cada ataque un contraataque, ante cada argumento un contra argumento y así se cae repetidamente en un escenario maniqueísta de contrasentidos.

Sin embargo, aún en medio de este caos y aparente estancamiento, la realidad no se detiene, incluso, históricamente el enfrentamiento interno es condición necesaria para su marcha inexorable que siempre es hacia adelante, así como el nazismo o el autoritarismo no pudieron detener nuevos advenimientos en las formas de gobiernos, así toda esta ola de aconteceres no evitará el avance, sobre todo, en materia de justicia social donde la deuda del estado mexicano con los más desposeídos era ya insostenible y será muy difícil hacer retroceder el camino ganado…por el bien de todos.

Habrá otras agendas como la de la seguridad pública, la estrategia económica, la educación, la salud o la democracia electoral que sólo el tiempo será el único agente capaz de poner las cosas en su lugar y no los agoreros del fatalismo ni los optimistas en turno. Confiemos en que se cumpla aquella famosa recomendación Quijotesca que dicta: confiad en el tiempo que suele dar dulces salidas a amargas dificultades.


lunes, 26 de abril de 2021

El miedo y odio: razón y sin razón

 

Ricardo Ojeda Leos

El miedo surge del desconocimiento de las causas, y eso conduce al odio de quien lo produce; cuando resulta infundado, la verdad y el conocimiento por sí mismo deberían ser suficientes para eliminarlos; pero cuando es fundado, la verdad y el conocimiento no son suficientes para su desvanecimiento y, el odio regularmente se eleva porque el daño a los intereses de los afectados resulta real.

En una democracia los desacuerdos no sólo son posibles y deseables, sino necesarios e indispensables, la multiplicidad de visiones es un regulador natural en contra de la implantación de una ideología única. La fuente ontológica de los desacuerdos , más allá del discurso de visiones neutrales, las cuales son imposibles e impensables, es la afectación del bienestar propio. Nadie en sus cabales, por lo tanto, debería estar en desacuerdo con aquello que lo beneficia, directa o indirectamente.  Como corolario, es normal que quienes son afectados por una postura institucional que lacera sus intereses, se mantengan en una posición de permanente desacuerdo. Surge, por lo tanto, inexorablemente una delicada interrogante ¿Por qué se podría estar en desacuerdo contra alguien, llámese institución, persona o gobierno, que vela en el fondo por los intereses y beneficio propios? El problema a profundidad, como todo lo social, resulta verdaderamente complejo y multicausal, entran en el juego, diversidad de factores que van desde la mercadotecnia profesional y la psicología de masas, el adoctrinamiento, la formación personal, la manipulación mediática, etc. Sin embargo, desde un análisis racional de la génesis del miedo y el odio, buena parte de la respuesta debe hallarse inmersa en nuestra tesis enunciada al principio, y en ese contexto, sólo la verdad nos hará...

sábado, 20 de marzo de 2021

¿DIVIDIDOS O MANIPULADOS?

Ricardo Ojeda Leos

Se dice como verdad irrefutable que a nadie le conviene estar divididos como país, y con relación a la soberanía nacional así debiera ser, y más que como algo normal, como una necesidad y una exigencia para sobrevivir, como cuando una familia desintegrada se une y se vuelve a integrar ante una desgracia familiar, sin embargo, cuando éstas desaparecen y no existen amenazas externas o desgracias, en ningún país del mundo preexiste una unidad social homogénea, eso es más bien un cuento que nos han narrado durante años. La división ideológica es una situación natural de los regímenes democráticos y hasta de aquellos que en esencia no lo son. En la realidad, la democracia no es el estado sereno de las cosas en paz, es todo lo contrario, es como una olla express llena de vapores empujando y haciendo accionar constantemente la válvula, es confrontación de intereses al interior, es una lucha incesante de fuerzas e ideologías, como cita Jaques Rannciere “es el deseo ilimitado de deseos de los hombres en la sociedad de masas moderna “

En este contexto, resulta muy normal la confrontación de intereses entre los poderosos actores del juego democrático, es decir, entre los poseedores del poder económico con los del poder político, no es necesario buscar causas o motivaciones, ellas están claramente a la vista, lo interesante y digno de analizar es la adhesión ideológica a ellos por parte de los diversos sectores de la población.

En este tema se puede opinar mucho, pero regularmente se aterriza en la postura personal de que todos piensan libremente ya sea que están de uno u otro lado y por supuesto, nadie fuera de sus cabales abreva por la división o la confrontación, pero sin darse cuenta la mantienen, al asumir visiones inflexibles y esclerotizadas forjadas a lo largo de su formación, y con respecto a la formación también es posible encontrar una diversidad de asunciones con sus respectivas pasiones y frenesís, siendo esta variable, seguramente significativa en el tema que nos atañe pero difícil de analizar.

Una pregunta central entonces es ¿Quién es la fuente responsable que alimenta nuestra visión de la realidad y nos conlleva a adoptar una u otra postura ideológica? La respuesta se halla en la influencia que ejercen nuestras experiencias con la forma de obtención de los bienes y servicios a los que accedemos para sobrevivir y que a su vez determinan el entramado jurídico, político e ideológico en el que nos desenvolvemos. En palabras de Marx, es la superestructura propiciada por la infraestructura, esto es, la superestructura define la ideología, la forma de pensar, las leyes y las creencias, y lo hace con tal fuerza que se instituye inconscientemente y resulta prácticamente imposible desenredarse de ella, aunque pueda o no ir contra el interés de su propia clase.

Es oportuno esbozar la siguiente experiencia que parece enmarcar perfectamente lo que aquí se establece. En cierta platica entre amigos se discutía que un gobierno municipal estaba haciendo mucho mejor las cosas porque después de muchos años una administración gubernamental estaba realizando obras importantes de infraestructura a favor de todos los ciudadanos y eso era un hecho a la vista, sin embargo, alguien salió en defensa de algún gobierno anterior, con el argumento que estos “no le estaban dando nada a la gente”. No sin sorpresa se le cuestionó que si bien no había repartición de despensas si había una mejor distribución en obras. Fue entonces que en una segunda argumentación se entendió la naturaleza de aquella defensa:  “es que aquellos si les repartían mejor a sus trabajadores”. Es decir, se trataba de alguien que había trabajado en alguna administración anterior y se había visto beneficiado por ese hecho, aunque dicho beneficio no haya sido colectivo ni realmente significativo para esa persona porque su situación socioeconómica así lo denotaba, sin embargo, la manera de acceder a esa forma de vida condicionaba su manera política de pensar.

Por supuesto que ni a unos ni a otros les gusta ser tildados de ser mentalmente maleables, nadie en una comprensible situación admitiría que es manipulado, aún, inconscientemente, por parte de la superestructura social, pero parafraseando a Galileo, más, sin embargo…

 

viernes, 29 de enero de 2021

Avance o retroceso, una perspectiva desde lo personal

 Ricardo Ojeda Leos

          Momentos aciagos vive el mundo, y específicamente nuestro país en este primer mes del 2021: una cabalgante pandemia que parece no ceder y ante la cual México sigue escalando peligrosamente en esas estadísticas que nadie envidia, a pesar de los esfuerzos y las medidas no populares impuestas a los ciudadanos, como lo son las de prevención e higiene, así como la extensión del confinamiento y cierres intermitentes de la actividad económica, en donde la vacuna surge como la gran esperanza que por la misma demanda mundial y las complicaciones que conlleva el propio proceso logístico de vacunación, será progresivamente lenta ; una guerra incesante de información y también de desinformación entre aquellos medios de comunicación en antaño favorecidos por el sistema económico, hoy lógicamente resentidos, y de puntillosos medios emergentes, sobre todo provenientes de las redes sociales; una polarización en el ánimo social que no es, de ninguna manera, reciente, sino característica de las últimas décadas y que era matizada a modo por el espectro mediático al servicio de los gobiernos en turno que envolvió a la opinión nacional durante muchos años, es decir, una polarización que no deviene de un presunto discurso presidencial belicoso, sino que tiene su fuente en las condiciones de desigualdad e injusticia social entretejidas a los largo de las pasadas décadas y que con las nuevas políticas eminentemente populares provoca ahora el encono de los que gozaban de grandes beneficios  en tiempos pasados, quienes poseedores de un gran poder económico y mediático mantienen a la sociedad en medio de un bombardeo incesante que abona a la radicalización informativa; un proceso electoral en puerta que en su esencia normal conlleva la lucha política por el poder y con ello, sin duda, a la agudización del enfrentamiento de ideas y las emociones;  problemas de pérdida de empleos por efecto de la misma pandemia  aunque ya con una parsimoniosa recuperación de los mismos; la ola de violencia que a pesar de haber logrado detener la tendencia de crecimiento de los últimos años, continúa lacerando a la sociedad; y en medio de todo esto, la enfermedad por Covid 19 del primer mandatario, que afortunadamente parece que no pasará a mayores pero de cuya salud depende todo un sistema político presidencialista como el nuestro.

          En momentos de tanta convulsión  es menester detenerse y volver a reflexionar con tranquilidad, sin la prisa por una respuesta inmediata y contestataria, sobre lo alcanzado en estos dos años en medio de la pandemia y más allá de la misma. Vale la pena hacer un ejercicio honesto de balance de logros y adeudos de un gobierno presuroso por la transformación. Si bien el ciudadano común suele enredarse fácilmente con las grandes cifras y estadísticas nacionales que matemáticamente suelen interpretarse a modo de quien las emplea, quizá convendría hacerlo esta vez desde la experiencia personal, desde el círculo cercano en el que nos desenvolvemos, con nuestra familia, nuestros vecinos, alumnos, compañeros de trabajo etc. Contrastar con la experiencia del pasado y realizar un balance real de cómo estaríamos, cómo estamos, qué falta por hacer, si avanzamos o retrocedemos, desde una perspectiva personal tangible sin la mediación profesional de los analistas preferidos, tanto de los unos como de los otros, mismos que en su mayoría nos han demostrado estar lejos de la objetividad y del desinterés.

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