domingo, 12 de octubre de 2014

El colapso nacional ante el caso Ayotzinapa y los dolores de parto de una nueva conciencia social

Ricardo Ojeda Leos

La realidad supera a la ficción. Cualquier adjetivo resulta insuficiente para describir los acontecimientos de Iguala con los normalistas de Ayotzinapa, desde el calificativo de Estado fallido hasta la barbarie en su más tosca expresión pueden tener cabida en este indignante episodio de la vida política de México.

Las mega-movilizaciones sociales de los últimos días por un lado de los estudiantes politécnicos y por otra la de la sociedad en contra de lo sucedido con los estudiantes normalistas quizá deberían entenderse como los primeros dolores de parto del nacimiento de una conciencia social que se hallaba dormitando entre los discursos patrioteros de los profesionales de la política en aras de llevar agua a su molino rumbo al proceso electoral que se avecina y la cómoda posición ciudadana dejando decidir el destino del país a los políticos so pretexto de la democracia representativa.

Lo que develan estos despertares sociales es que se requiere de democracias participativas que vigilen y presionen a los gobiernos en turno y a los poderes políticos para que cumplan con sus deberes y se enfoquen en los problemas que dañan el tejido social y que necesitan ser resueltos.

Al salir a la luz pública las actuaciones al margen de la ley del Presidente municipal de Iguala, las denuncias presentadas en su contra con anterioridad al grotesco acontecimiento y en general el clima de violencia desatado por los grupos criminales ahí establecidos, resulta que lo sucedido con los estudiantes de Ayotzinapa tal como data el título de la novela del García Márquez, se trataba de la “crónica de una muerte anunciada” porque como ha quedado evidenciado, todo esto era del conocimiento de autoridades locales y federales.

Les tocó lamentablemente a estudiantes, a los jóvenes normalistas de Ayotzinapa, pero pudo ser cualquiera que hubiera estado en el lugar y en el momento equivocado, así queda demostrado con lo sucedido también al grupo de futbolistas que se atravesaron ese día en el camino. Es decir, si bien la justicia debe centrarse en primera instancia en esclarecer y dar castigo a los culpables materiales e intelectuales de los asesinatos y desapariciones acaecidas ese día, no puede limitarse a ese hecho, la justicia debe llegar hasta los culpables por omisión quienes tenían conocimiento del peligro potencial que existía, hasta  terminar con la ola de violencia que continúa azotando a nuestro país y que no por dejar de aparecer en los diarios deja de suceder en las calles. Dicta una frase popular que “no se puede tapar el sol con un dedo” y es lo que precisamente trataba de hacer el gobierno federal con el canto de las sirenas de sus reformas llamadas “estructurales” dejando de lado la principal tarea que le da sentido a la existencia del Estado y que consiste en brindar seguridad a los ciudadanos.


Esperemos que esta energía social que parece resurgir en las calles, no se apague y sea catalizada para arribar a una nueva conciencia social que reactive la participación en las grandes decisiones nacionales e impulse el arribo de gobiernos honestos, responsables, eficientes y eficaces.

Por lo tanto una tarea trascendente rumbo a las elecciones del 2015 de los ciudadanos será la de emitir un voto reflexionado y solidario vía la lectura crítica de las diferentes opciones políticas, superando el intrincado escenario del voto por dádivas partidistas o por compromisos ajenos al ejercicio democrático o lo que es peor, el del voto inducido mediáticamente a través de caras bonitas y sonrisas fingidas de candidatos.

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