La realidad
supera a la ficción. Cualquier adjetivo resulta insuficiente para describir los
acontecimientos de Iguala con los normalistas de Ayotzinapa, desde el
calificativo de Estado fallido hasta la barbarie en su más tosca expresión pueden
tener cabida en este indignante episodio de la vida política de México.
Las mega-movilizaciones
sociales de los últimos días por un lado de los estudiantes politécnicos y por
otra la de la sociedad en contra de lo sucedido con los estudiantes normalistas
quizá deberían entenderse como los primeros dolores de parto del nacimiento de
una conciencia social que se hallaba dormitando entre los discursos patrioteros
de los profesionales de la política en aras de llevar agua a su molino rumbo al
proceso electoral que se avecina y la cómoda posición ciudadana dejando decidir
el destino del país a los políticos so pretexto de la democracia representativa.
Lo que develan
estos despertares sociales es que se requiere de democracias participativas que
vigilen y presionen a los gobiernos en turno y a los poderes políticos para que
cumplan con sus deberes y se enfoquen en los problemas que dañan el tejido
social y que necesitan ser resueltos.
Al salir a la
luz pública las actuaciones al margen de la ley del Presidente municipal de
Iguala, las denuncias presentadas en su contra con anterioridad al grotesco
acontecimiento y en general el clima de violencia desatado por los grupos
criminales ahí establecidos, resulta que lo sucedido con los estudiantes de Ayotzinapa tal como data el título de la novela del García Márquez, se trataba de la “crónica
de una muerte anunciada” porque como ha quedado evidenciado, todo esto era del
conocimiento de autoridades locales y federales.
Les tocó
lamentablemente a estudiantes, a los jóvenes normalistas de Ayotzinapa, pero
pudo ser cualquiera que hubiera estado en el lugar y en el momento equivocado, así
queda demostrado con lo sucedido también al grupo de futbolistas que se
atravesaron ese día en el camino. Es decir, si bien la justicia debe centrarse
en primera instancia en esclarecer y dar castigo a los culpables materiales e
intelectuales de los asesinatos y desapariciones acaecidas ese día, no puede limitarse
a ese hecho, la justicia debe llegar hasta los culpables por omisión quienes tenían conocimiento del peligro potencial que existía, hasta terminar con la ola de violencia
que continúa azotando a nuestro país y que no por dejar de aparecer en los
diarios deja de suceder en las calles. Dicta una frase popular que “no se puede
tapar el sol con un dedo” y es lo que precisamente trataba de hacer el gobierno
federal con el canto de las sirenas de sus reformas llamadas “estructurales” dejando
de lado la principal tarea que le da sentido a la existencia del Estado y que consiste
en brindar seguridad a los ciudadanos.
Esperemos que
esta energía social que parece resurgir en las calles, no se apague y sea catalizada para
arribar a una nueva conciencia social que reactive la participación en las
grandes decisiones nacionales e impulse el arribo de gobiernos honestos,
responsables, eficientes y eficaces.
Por lo tanto una tarea trascendente rumbo a las elecciones del 2015 de los
ciudadanos será la de emitir un voto reflexionado y solidario vía la lectura
crítica de las diferentes opciones políticas, superando el intrincado escenario del voto por dádivas partidistas o por compromisos ajenos al ejercicio
democrático o lo que es peor, el del voto inducido mediáticamente a través de caras
bonitas y sonrisas fingidas de candidatos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario