lunes, 24 de febrero de 2014

jueves, 20 de febrero de 2014

Introducción a la estructura de la realidad social

Ricardo Ojeda Leos

            Alfred Schutz parte de un supuesto fundamental en su teoría sobre la realidad social, que consiste en que todos los sujetos comparten un mundo, en el cual vivimos de manera similar nuestras experiencias, es decir, un mundo común denominado indistintamente mundo de la vida cotidiana, del sentido común o de la vida diaria . En dicho mundo la realidad que se le presenta al hombre aparece como dada fuera de toda duda , incuestionada y evidente. A partir de ese mundo el hombre construye su conocimiento de sentido común. Se trata de un mundo incuestionado al que el hombre ha llegado, pero cuestionable, esto último no en el sentido de la crítica del mismo o de su imperfección sino en la noción de que es susceptible de cuestionamiento.
          La manera en que se encuentra el hombre en esta porción compartida de la realidad es en actitud natural, en ella el hombre presupone la existencia de otros hombres que tienen conciencia propia pero similar y presupone que el sentido que esos hombres le dan al mundo externo es también similar al que él le otorga. Se trata de un mundo, por lo tanto, en el cual se puede interactuar y donde el hombre puede ser comprendido por otros e igualmente hacerse entender ante los demás. Se trata de un mundo social y cultural estratificado, el cual se da por hecho y al que el hombre únicamente a arribado. Ahí, sólo una mínima parte de las situaciones en que se encuentra es creada por él mismo, pues casi todo ha sido ya creado por otros.
          Tal actitud natural reivindica una particular forma de pensar, que se desenvuelve en dos sentidos: uno donde se da por sentado que todas las cosas que acontecen en dicho mundo, seguirán aconteciendo igual, por lo tanto, la experiencia adquirida para hacer frente a tales acontecimientos sigue teniendo validez; en el otro sentido, dado lo anterior, entonces el hombre puede seguir operando sobre el mundo gracias al capital que en la experiencia común ha acumulado. Y en palabras de Husserl de acuerdo a la interpretación de Schutz, corresponden respectivamente a las idealizaciones del “y así sucesivamente” y al “siempre puedo volver a hacerlo”[1]  
          Ahora bien, dentro de ese mundo de la vida cotidiana, se realizan las construcciones del sentido común, dentro de ellas se concibe una estructura del mundo social. En esta estructura compartida en la dimensión de tiempo, podemos destacar tres grupos de sujetos: los predecesores, los sucesores y los contemporáneos.
          Los predecesores, desde la perspectiva de Schutz, no hacen referencia a la concepción clásica que genealógicamente se le da, no se remite en ese contexto a los ancestros, a los padres o abuelos, sino que se limita a aquellos con los cuales el hombre ya no puede actuar, pero cuyas acciones pasadas están abiertas a la interpretación y pueden, por lo tanto, influir en las interpretaciones del hombre común.
          Los sucesores son aquellos sujetos con los cuales ninguna experiencia es posible, son aquellos que nacerán después y que el hombre jamás conocerá , pero sin embargo hacia los cuales puede orientar sus acciones, como diría Schutz, en una “anticipación más o menos vacía”[2] .
           Los contemporáneos son aquellos sujetos que pueden o no estar presentes físicamente, si están presentes, es decir, si comparten además del tiempo el espacio, entonces se convierten en asociados, pero pueden no estarlo, y sólo se puede saber de su coexistencia en el tiempo como meros contemporáneos.
Con los asociados, el hombre establece una relación cara a cara, que en primera instancia solo corresponde a una designación estrictamente formal de una relación social que se aplica de manera indistinta tanto a una charla íntima entre amigos o a la que se establece en un lugar entre sujetos que no se conocen.
          Ahora bien, a la relación cara a cara le presupone una orientación-tú, la cual puede ser unilateral o recíproca. Si se trata de una orientación-tú unilateral, entonces la relación social que el hombre establece con los otros es meramente de observación social directa, donde el hombre sólo puede orientar su atención a los contextos de significado subjetivo, pero no puede comprender el sentido que el actor (el observado) le otorga a su acción social, sino únicamente a través de una serie de tipificaciones que el observador a acumulado en el sentido común.
          Si la orientación-tú es recíproca, entonces la relación social que se establece es directamente vivenciada, ambos sujetos se percatan de la existencia uno del otro, la relación cara a cara se convierte en una relación Nosotros pura, en esta relación se establece un mismo flujo en la corriente de conciencias, además de compartir el tiempo cronológico, el externo, se comparte el tiempo interno, por lo tanto, envejecen juntos de acuerdo a Bergson en la interpretación de Schutz.[3]. ambos sujetos se implican recíprocamente en sus biografías.
          La relación Nosotros pura, es el fundamento de una relación Nosotros concreta, es por así decirlo, la relación Nosotros pura llevada al extremo y a la concreción, en donde es posible captar los caracteres muy específicos del semejante. En un contexto práctico, consiste en particularizar en forma íntima una relación social Nosotros pura con otro sujeto al que nos interesa captar su especificidad.
          Volviendo a las tipificaciones a las cuales de hizo referencia anteriormente, estas consisten en actos de inferencia por los cuales se juzgan las acciones de los actores mediante atributos típicos previamente constituidos en la mente del que tipifica.
          Con lo meros contemporáneos, es decir, aquellos sujetos que no están presentes pero que se sabe de su coexistencia en el tiempo y que se sabe de la simultaneidad en el flujo de sus experiencias, pero cuyo conocimiento de ellos solo es en forma indirecta. El mero contemporáneo no es aprehendido en forma vivencial directa tal como ocurre con los asociados en una orientación-tú y una relación Nosotros pura, sino a través de tipificaciones de manera mediata.
          La orientación que precede en la relación entre meros contemporáneos es la orientación-Ellos, dicha orientación no refiere al hombre concreto, ni a la vida consciente en curso del semejante, apunta al contexto objetivo de sentido.
         Mediante una serie de interpretaciones de experiencias típicas y repetitivas de un contemporáneo se le otorga a éste la connotación de tipo ideal personal. Ideal en el sentido de que es capaz de contener el mayor número de características de los individuos de su tipo.
          El tipo ideal es anónimo, y tal como se estratifica el mundo de los contemporáneos en niveles de concreción y anonimia, cuanto más anónimo es, tanto más se aleja de una configuración subjetiva de sentido atribuible al Otro. Asimismo un menor nivel de generalidad del tipo ideal conduce a un mayor acercamiento del tipo ideal concreto.
         Se pueden distinguir así dos clases de tipos ideales: el caracterológico y el funcional, uno, el primero de ellos, deriva de experiencias directas con los semejantes, lo cual permite suponer incluso como actuará cierto sujeto en una determinada situación porque se le conoce previamente, es decir, tiene relativamente mayor grado de concreción. Por otra parte, el tipo ideal funcional que alude a los contemporáneos se concentra únicamente en sus funciones típicas, las cuales sin conocerlos directamente y sin tener ninguna experiencia previa directa, se pueden establecer dichas funciones de manera más o menos acertada. Por lo tanto el tipo ideal funcional es en este sentido más anónimo que el caracteriológico.
          Sin embargo si se compara en grado de anonimia al tipo ideal funcional, con idealizaciones de tipos ideales de colectividades sociales, éste tiene relativamente un grado mayor de concreción.
          Recapitulando, en las relaciones entre meros contemporáneos se dan las siguientes características: en primer lugar tienen un carácter hipotético, dado que se parte de supuestos incorporados a través de tipificaciones; en segundo lugar, la relación del actor  entre contemporáneos es a través de una relación-Ellos, pues si bien uno de ellos tipifica al Otro, a su vez el Otro responde teniendo en cuenta también una tipificación del primero, que complementa por así decirlo la relación típica entablada; en tercer lugar por lo tanto, se tiene la probabilidad subjetiva de que la reciprocidad de los esquemas tipificadores sean utilizados adecuadamente por los copartícipes; y en cuarto lugar, en consecuencia, cuanto más estandarizado sea el esquema tipificador utilizado en la relación mayor será la probabilidad subjetiva que sea compartida por los copartícipes.
         A diferencia de la relación Nosotros, en donde se entrelazan los motivos de los sujetos, es decir, donde los motivos para de uno se convierten en los motivos porque del otro, en la relación social entre meros contemporáneos se reemplaza por la interdependencia de los tipos ideales que comparten los copartícipes. En la relación Nosotros, es posible verificar lo que se supone, en la relación Ellos, esto no es posible a ciencia cierta. En la relación Ellos falta siempre la prueba final que indique que ha sido comprendido lo que se estableció durante la relación.


Bibliografía


  • Schutz, Alfred, Estudios sobre teoría social, Amorrortu editores, Buenos Aires, Argentina,1974
 Schutz, Alfred, La construcción significativa del mundo social, Editorial Paidos, Barcelona, España, 1993

 Schutz, Alfred, El problema de la realidad social, Amorrortu editores, Buenos Aires, Argentina, 1995

  • Schutz, Alfred, Las estructuras del mundo de la vida, Amorrortu editores, Buenos Aires, Argentina, 2001




[1] Schutz, Alfred, Las estructuras del mundo de la vida, p. 28
[2] Schutz, Alfred, El Problema de la Realidad Social, p. 46
[3] Ibid.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Cielo de Benny Ibarra. Los Acústicos

Globalización, construcción de identidades y desafíos de la profesionalización docente

Ricardo Ojeda Leos

          En la construcción de nuevas identidades, ese gran proceso asimétrico que termina siendo una multiplicidad de procesos divergentes llamado “globalización” si bien en stricto sensu no es capaz de configurar una “cultura global” como lo afirma Giménez (2010) en el sentido de que no se vislumbra la construcción de una sociedad política y de una sociedad civil en un contexto global porque sigue persistiendo en la práctica internacional  la idea del Estado-nación, no se puede negar la gran influencia que ejerce en la construcción de nuevas identidades sociales a través de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, ahora involucradas de manera importante sobre todo en el fenómeno de las redes sociales y respaldada con la permanente penetración de los medios masivos de comunicación.
           Aun cuando por motivos de la asimetría socio-económica, característica de nuestros países latinoamericanos, las primeras herramientas no alcanzan a permear la realidad en la totalidad de los ciudadanos, las segundas si lo hacen de manera significativa. De tal manera que terminan siendo los jóvenes principalmente los más seducidos por la espectacular evolución tecnológica y las nuevas formas audiovisuales cada vez más diversas para comunicarse e integrarse a comunidades virtuales de manera cada vez también más permanentes con las nuevas posibilidades de los dispositivos móviles, configurando de tal suerte una lógica de comunicación e interacción social alejada no únicamente de la tradicional relación “face to face” sino también del contacto directo con el medio ambiente, el cual es sustituido por la experiencia virtual.
          Asimismo, el gran desarrollo tecnológico y la influencia que viene ejerciendo desde hace ya algunas décadas los medios de comunicación masiva, han logrado disolver la separación de ancestralmente existía entre el conocimiento del mundo del adulto y del mundo infantil, es decir, ahora la tecnología permite a la niñez acceder a la percepción de un mundo que antes los adultos le limitaban y que Meyrowitz  (citado por Martín-Barbero, 2002, p. 4) con sus propias palabras destaca “Lo que hay de verdaderamente revolucionario en la televisión es que ella permite a los más jóvenes estar presentes en las interacciones de los adultos…” lo que a su vez reconfigura las relaciones familiares y se configuran nuevas identidades al interior del seno familiar.
          La facilidad con la que los jóvenes manejan la tecnología y las posibilidades que éstas despliegan, catalizan nuevas identidades erigidas sobre contextos temporales y precarios pero también favorecen identidades más flexibles con capacidad de incursionar en nuevos y lejanos universos culturales.
          Arribamos en definitiva a lo que Martín-Barbero (2002) llama “ecosistema comunicativo”  conceptualización que parece que delinea muy bien el fenómeno comunicacional que estamos viviendo y que se manifiesta a través de una amplia red de herramientas y nuevas formas de acceso a la información y con ello al saber, esto es, al conocimiento,  por medio del cual se accede a él y al mismo tiempo se le arrebata de manera natural esta primicia a la institución que por excelencia lo tenía a su resguardo: la escuela.
           En tal sentido que en el nuevo “ecosistema educativo” cobra relevancia dentro de los desafíos que enfrenta la institución escolar contemporánea, la descentralización del conocimiento, al que ahora es posible obtener de manera alterna, si bien quizás fragmentado y desorganizado, finalmente termina siendo una posibilidad real que antes no existía con tal facilidad. De tal forma que la escuela se halla en la necesidad de reconfigurarse para abrirse a las nuevas formas comunicativas y a los nuevos saberes; para formar ciudadanos capaces de descifrar los ardiles informativos de los medios de comunicación;  para fomentar las capacidades de tomas de decisiones basadas en parámetros de valoración y discriminación de la información; para contribuir a una formación crítica frente al bombardeo masivo de los medios de comunicación.
           Es decir, la nueva estrategia escolar para pervivir ante los nuevos fenómenos que trae consigo la globalización y el consiguiente  desarrollo y la intervención en el saber de las tecnologías de la información y los medios de comunicación, tiene que ver con lo que Martín-Barbero (2002, p.11) describe como “el tránsito de un modelo centrado en la secuencia lineal - que encadena unidireccionalmente grados, edades y paquetes de conocimiento- a otro descentrado y plural, cuya clave es el “encuentro” del palimpsesto y el hipertexto”.
          El autor utiliza la metáfora del palimpsesto para destacar  la identidad que emerge del pasado y se inscribe en el presente aunque de forma no tan nítida, mientras que el hipertexto lo utiliza para resaltar el montaje de conexiones que permiten multiplicidad de recorridos. El primero nos remite a la memoria y a la pluralidad, mientras el segundo nos refiere a la intertextualidad y a la intermedialidad. De tal manera que para lograr interesar a los nuevos jóvenes hoy denominados por  Mark Prensky (2001, 2005)  como “nativos digitales” la escuela deberá asumir como una dimensión estratégica la configuración de un nuevo “ecosistema comunicativo”.
          Sin embargo, la tarea no resultará tan fácil, pues para ello debemos pensar inexcusablemente primero en uno de sus protagonistas: los profesores, ese colectivo de ejecutores de la actividad educativa que requieren de profesionalizarse para salir adelante de esta nueva encomienda. El profesorado actual de la educación básica en nuestro País, pertenece mayoritariamente en palabras del mismo Prensky (2001, 2005) a los llamados “inmigrantes digitales”. Se trata de una generación que culturalmente se halla hecha “sándwich”, porque no podría considerársele que pertenece a la que Margaret Mead (en Martín-Barbero, 2002)  describe como cultura postfigurativa, dado que no se trata de un profesorado que al cien por ciento se guíe de manera convencida de los ejemplos y del  saber de sus antecesores, tampoco puede considerársele prefigurativa en la idea de la ruptura generacional  en donde los amigos remplazan a los antecesores, sino más bien, pertenece este profesorado mexicano a la llamada cultura cofigurativa, en donde las conductas son retomadas de los otros profesores, es decir se trata de una cultura construida desde los “pares”, y en este sentido la brecha en el saber tecnológico resulta por demás significativa y en muchos casos determinante para las actividades educativas. En otras palabras, no podemos pasar de una escuela fundamentada en la linealidad del conocimiento y arribar con éxito a una escuela  descentrada y plural, con un profesorado con una brecha cultural y tecnológica importante frente al alumnado.
          Esa es una de las principales razones por la que las políticas educativas internacionales en los últimos años pugnan por la actualización de los programas de formación del profesorado, para sincronizar los tiempos del saber tecnológico de profesores y alumnos, sin embargo, también es cierto que muchas de esas fundamentaciones tienen finalmente una propuesta que raya en una racionalidad técnica y no en un criterio crítico que posibilite al profesorado asumir desde esta posición los desafíos que plantea la globalización y la invasión tecnológica en todas sus formas.
           No obstante, de la misma forma en que la educación crea sus propias posibilidades  de resistencia y cambio, el profesorado mexicano tiene la posibilidad de construir dentro de sus propios contextos de formación las condiciones que le permitan asumir profesionalmente los retos de una nueva escuela basada en un conocimiento descentrado y plural que además de formar los recursos humanos que necesita la sociedad para desarrollarse,  asimismo forme ciudadanos y sujetos autónomos.

Referencias
Giménez, Gilberto (2001) Identidades en globalización. México. Instituto de Investigaciones Sociales. UNAM
Martín-Barbero (2002) La globalización en clave cultural: una mirada latinoamericana. ITESQ. Guadalajara, México.
Giménez, Gilberto (2001) Identidades en globalización. México. Instituto de Investigaciones Sociales. UNAM.
Giménez, Gilberto (2005) “Cultura, identidad y metropolitanismo global”. En Revista Mexicana de Sociología 67 (No. 3, julio-septiembre 2005). Pp. 483-512.
Mark Prensky (2001) Nativos e Inmigrantes Digitales. Editorial: SEK, S.A.
Martín Barbero, Jesús (2002). “Jóvenes: comunicación e identidad”. En Pensar Iberoamérica. Revista de Cultura. Número 0, Febrero de 2002. Organización de Estados Iberoamericanos.


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