Ricardo Ojeda Leos
No deseo parecer trágico ni el
aguafiestas en el momento en que este texto sea leído, lo escribo en uno de esos
lapsos cuando una serie de eventos desafortunados -tal como sería el título de alguna
serie de cierta plataforma de streaming- hace desencadenar un estado de ánimo
que enciende las neuronas y conlleva a repensar de nueva cuenta el sentido de
la vida y reflexionar sobre la cantidad de tiempo que transcurrimos
sobreviviendo y el poco tiempo restante, utilizado para vivir.
Veamos un caso promedio de una persona que trabaja 8 horas diarias durante
5 días a la semana. Esas 8 horas con tres horas consideradas para la comida y el
transporte, estamos hablando de 11 horas dedicadas a trabajar para vivir de las
24 horas de un día, pero tenemos que sumarle 7 horas en promedio de sueño para
recuperar las fuerzas y continuar para el siguiente día. Es decir, 18 horas de
las 24 que tiene un día, están dedicadas al trabajo y que podrían extenderse hasta
20 horas por el trabajo que suele llevarse a casa o también por consecuencia de
las nuevas formas de comunicación que provocan que siempre estes conectado al
trabajo. Quedan 4 horas y de esas 4 al menos 2 horas se van entre el tiempo de
la cena y las tareas familiares. Y quedan solamente 2 horas reales que parecen ser
insuficientes para el esparcimiento y para recrear convenientemente los pensamientos
y el ánimo mental, necesarios para disfrutar la vida. Antes que se vengan la
ola de reconvenciones, por supuesto que la tragedia en cantidades de tiempo de
trabajo que aquí exhibo se puede y se debe minimizar y hasta contrarrestar haciendo
lo posible por disfrutar de cada una de las acciones diarias descritas. Sin
embargo, no por ello se deja de tener de forma aproximada un 8% exclusivamente del
tiempo de un día para vivirlo plenamente sin tener que llevar a cabo acciones
que yo llamo de supervivencia.
Ahora bien, se podrá objetar que no se está considerando el tiempo de
asueto de los sábados y domingos, para un trabajador que goza de los beneficios
de la semana inglesa, por lo tanto, supongamos que, para cada uno de esos días,
en virtud de que también hay que realizar algunos enseres que no pueden
realizarse entre semana y considerando las horas de dormir, siendo optimistas,
consideremos 12 horas por cada uno, es decir 24 horas de fin de semana y que
sumadas a las 10 horas de asueto que tenemos entre los 5 días de la semana, tendríamos
34 horas exclusivas para vivirlas sin realizar tareas de supervivencia de un
total de 168 horas resultado de las 24 horas por los 7 días de la semana. Esto
es, el resultado no mejora sustancialmente, arrojando aproximadamente un 20%
del tiempo que tenemos para vivir sin llevar a cabo acciones para sobrevivir.
Y nuevamente antes que se venga la ola de objeciones, se podrá decir que
es el precio justo porque al jubilarse se puede llegar a tener, no el 100% pero sí un
50% o 60% de tiempo para vivir, descontando el tiempo de dormir y el tiempo de
quehaceres menores, así es en efecto, pero si no fuimos capaces de llegar a
esas edades en buen estado salud, la tragedia es por sí sola visible. Y si
llegamos en buen estado de salud, jamás será con la plenitud que gozamos en la
juventud.
Mencioné al principio que no quería ser trágico ni el aguafiestas, por
eso espero que esta reflexión hecha con base a datos duros, en lugar de
desanimar, nos anime a que vivamos cada instante con la intensidad requerida, porque
la vida es corta y el tiempo para vivir, que no de sobrevivir, lo es aún más.
Me gusta la reflexión
ResponderEliminarVivir sin miedo ahora, dejar las apariencias y tomar el sentido aunque sea por unos instantes.
ResponderEliminarMuy de acuerdo con la publicación.no hay manera raxdeca administrar el tiempo..aún cuando tomes un curso .mejor como señalas ,disfrutar todos los espacios
ResponderEliminarExcelente reflexión!! A disfrutar cada día!!
ResponderEliminarCarpe diem, amigo. Eso de sacar cuentas no siempre es provechoso, pues como bien lo señalas puede llevar al desánimo. Excelente reflexión!!!
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