Ricardo Ojeda Leos
La
ideología, parte fundamental de la esencia humana, es la fuente a través de la
cual emana el pensamiento y el discurso político, normalmente de manera no consciente.
Ello permite explicar la forma en que las ideas y argumentaciones,
supuestamente propias e individuales, conllevan a definir una postura política
que invariablemente decanta en alguna de las ya existentes. Dicha postura es asimismo
de una consistencia más o menos permanente que puede ser hasta obstinada o al
menos tozuda.
Para fundamentar las anteriores líneas, es necesario explicar que a lo
largo de la historia muchos filósofos han intentado centrar la esencia humana en
la naturaleza interna, pero es Marx en su tesis sobre Feuerbach, quien la excentra, la hace concreta
y la coloca afuera del ser humano, precisamente en la interacción social, esto
es ” … la esencia
humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el
conjunto de las relaciones sociales”. Estas relaciones son, en consecuencia, quienes la
determinan.
Han aparecido también filósofos existencialistas
como Jean-Paul Sartre que intentaron, más que ampliar el radio de la
esencia humana, desatarla y arrojarla al libre albedrío, donde se tiene
presuntamente la responsabilidad individual de la elección, visión que en
primera instancia pareciera enaltecer la libertad humana, pero que al final termina
aprisionando y restringiendo la personalidad humana al ignorar las diversas
condiciones preexistentes sociales, económicas, políticas, etc. Esta visión llega
al extremo de responsabilizar en todo al ser humano hasta por sufrir cualquier
injusticia como pudiera ser el hecho de ser recluido en un campo de
concentración.
En esta reflexión,
se sostiene en consecuencia, que la esencia humana solo tiene sentido del
sujeto en comunidad y en sus interacciones, siendo esta complejidad de
relaciones lo que configura los rasgos fundamentales del pensamiento y la
personalidad humana. En un primer esfuerzo resulta conveniente para nuestro
objetivo, trasladar el problema filosófico de la esencia humana al campo de la
psicología, por lo tanto, corriendo el riesgo de ser un poco esquemáticos, en
lugar de hablar de esencia hablaremos del psiquismo humano, lo cual implica que
al sostener la visión social de la esencia humana se descarta la visión
psicoanalítica que toma a las pulsiones como proveedora del material psíquico y
en su lugar adoptamos la visión psicológica vigotskyana de Aleksei Leontiev que coloca en su
lugar a la cultura como fuente del psiquismo humano. La pregunta ineludible entonces
es ¿Cómo se incorpora la cultura? La respuesta resulta fundamental para
comprender desde esta perspectiva la diferenciación humana y se encuentra en la
actividad humana, es decir, se halla en la actividad humana la fuente de
diferenciación que hace que dos personas no sean iguales. Por lo tanto, parafraseando
y precisando mejor un refrán muy popular podemos establecer la siguiente
interrogante ¿Dime qué haces y te diré quién eres?
Ahora bien, si es la actividad la detonante de la diferenciación psíquica
y esencial del ser humano, ésta al producirse en la interacción social sólo
puede ser fundamentalmente auspiciada a través del lenguaje, mediante el cual el
ser humano construye su psiquismo. El lenguaje es precisamente producto de la
praxis histórica, es decir, depende de la clase social procedente, de las diversas
oportunidades de acceso a la cultura, del concepto sociocultural inmerso, etc.
Resulta entonces contundente la afirmación por otra parte que hace Alfred Shutz
cuando establece que “sólo, en parte, mis circunstancias son el resultado de
una construcción personal”. Es decir, desde una perspectiva fenomenológica,
Alfred Schutz parte de un supuesto fundamental en su gran teoría sobre la
realidad social, que consiste en que todos los sujetos comparten un mundo, en
el cual vivimos de manera similar nuestras experiencias, es decir, un mundo
común denominado indistintamente mundo de la vida cotidiana, del sentido común
o de la vida diaria . En dicho mundo la realidad que se le presenta al hombre
aparece como dada fuera de toda duda , incuestionada y evidente. A partir de
ese mundo el hombre construye su conocimiento de sentido común. Se trata de un
mundo incuestionado al que el ser humano ha arribado, pero cuestionable, esto
último no en el sentido de la crítica de este este o de su imperfección sino en
la noción de que es susceptible de cuestionamiento.
La manera en que se encuentra el
hombre en esta porción compartida de la realidad es en actitud natural, en ella
el hombre presupone la existencia de otros hombres que tienen conciencia propia
pero similar y presupone que el sentido que esos hombres le dan al mundo
externo es también similar al que él le otorga. Se trata de un mundo, por lo
tanto, en el cual se puede interactuar y donde el hombre puede ser comprendido
por otros e igualmente hacerse entender ante los demás. Se trata de un mundo
social y cultural estratificado, el cual se da por hecho y al que el ser humano
únicamente ha accedido. Ahí, sólo una mínima parte de las situaciones en que se
encuentra es creada por él mismo, pues casi todo ha sido ya creado por otros. Tal
actitud natural reivindica una particular forma de pensar, que se desenvuelve
en dos sentidos: uno donde se da por sentado que todas las cosas que acontecen
en dicho mundo seguirán aconteciendo igual, por lo tanto, la experiencia
adquirida para hacer frente a tales acontecimientos sigue teniendo validez; en
el otro sentido, dado lo anterior, entonces el hombre puede seguir operando
sobre el mundo gracias al capital que en la experiencia común ha acumulado. Resulta
muy interesante y reveladora la obra de Alfred Shutz porque enfatiza que la
construcción personal es mínima con relación a la influencia de las
circunstancias lo cual abreva a nuestra idea en este trabajo sobre la
conformación de la esencia y/o psiquismo humano.
Por otra parte, de acuerdo a Garrido, M (1983) en las primeras páginas
de la obra Meditaciones del Quijote, José Ortega y Gasset establece la fórmula
“yo soy yo y mi circunstancia” (p.314) que sin la pretensión de querer
resumir su obra filosófica con dicha
frase, que como todo obra de tal
envergadura requiere de un seguimiento y análisis más sustancioso, únicamente se
utilizará esta poderosa construcción para refrendar la idea que estamos
elaborando con relación a que el hombre no sólo es él en solitario, sino él y su
contorno social y cultural, es decir, resulta muy difícil poder establecer que
el pensamiento y discurso de los individuos devienen únicamente de su
individualidad, en virtud de que ésta se configura en el contexto en el que se
desarrolla, esto es, la fuente de las ideas y creencias emanan del contorno
social y cultural, por lo tanto, como corolario el propio José Ortega y Gasset
nos conduce a otra de sus citas más representativas que forman parte de su
obra: “nuestras convicciones más
arraigadas, más indubitables, son las más sospechosas. Ellas constituyen nuestro
límite, nuestros confines, nuestra prisión”. Por la naturaleza de la cita y
el objetivo que perseguimos debemos entender por “convicciones” a nuestras “creencias”,
las cuales constituyen nuestros propios barrotes que nos impiden ver más allá de
ellos.
Llegado a este punto es necesario comprender
de manera práctica los conceptos de ideas, ideología y creencias. Para ello resulta
muy elocuente lo que escribe el columnista Reynoso, Víctor (2017):
“Las ideas, lo sabemos desde su fundador o descubridor, Platón, son
productos críticos de la mente. Continuamente deben estar pensados y
cuestionados. Tanto por su congruencia lógica como por su relación con la
realidad. Las ideologías son cosas distintas: son "ideas que han dejado de
ser ideas, es decir, que han dejado de ser pensadas" escribió Sartori. Son
ideas transformadas en creencias, "ideas fijas, que son objeto de fe pero
ya no de reflexión"
Siguiendo lo que menciona Sartori a través
de Reynoso, Víctor (2017) y parafraseando a Karl Popper, desde un enfoque de la
filosofía de la ciencia, podremos establecer que una idea tiene validez mientras
sea refutable, cuando deja de serlo, se transforma en un dogma, es decir, en
creencia, ya en palabras de Sartori.
De acuerdo a lo anterior, el concepto que retomamos de ideología, intentando
superar la connotación negativa que se le ha dado por años y que buscó presentarla
como opuesta al conocimiento “objetivo”, la ideología tiene entonces que ver precisamente
con las creencias, esto es, “una
ideología es el fundamento de las representaciones sociales compartidas por un
grupo social” (Van Dijk, Teun A, 2005, p. 17) léase aquí representaciones
como creencias. Estas creencias o representaciones giran en primera instancia alrededor
de una motivación primordial: sus intereses fundamentales en virtud de que como
menciona más adelante Van Dijk, Teun A, (2005) “Las ideologías generalmente
tienen que ver más con grupos sociales, clases, castas o comunidades…”
(p.17). y “son relativamente
estables… Muchas ideologías son adquiridas durante muchos años y permanecen
activas para toda la vida”. (p.20). No hay, por
tanto, “ninguna ideología “personal”
o “individual” – sino “usos” personales o individuales de las ideologías” (
p. 18).
Resumiendo todo lo aquí expuesto
podemos establecer que toda expresión dimana del pensamiento y este a su vez se
constituye con el lenguaje, mediante el cual se conforma el psiquismo, pero
este psiquismo no es individual sino que su esencia es producto de la interacción
social y el contorno cultural al cual se accede a través de la actividad humana,
conformándose de esta manera nuestras ideas de las cuales emerge un sistema de
creencias, que son ideas que dejan de cuestionarse con el tiempo y que se incorporan
mecánicamente como verdades irrefutables en nuestro psiquismo de manera relativamente
estables y duraderas, pero también a la mayoría de las cuales se ha arribado y
en las que poco tiene que ver la
construcción personal, conformando así, el cuerpo axiomático de lo que denominamos,
ideología.
Resulta, por lo tanto, imposible
separar el componente ideológico de cualquier aseveración humana, sobre todo en
materia política que es su campo natural de la ideología. Es decir, políticamente
existe siempre un sesgo cognitivo, ya sea inconsciente o consciente, por lo
tanto, muy lejos está la popularizada “objetividad”
de la cual todo adversario político pretende sacar ventaja en el discurso. Para
aproximarse a tal “objetividad” el único vehículo posible es el conocimiento
científico, pero a la vez, como dice Popper, éste tiene que ser refutable para
que acceda a tal nivel de cientificidad. De tal manera que la única manera civilizada
para acceder al consenso político a través del discurso es el debate racional
de las ideas y una postura firme pero no anquilosada de nuestra ideología. Lo que
no garantiza tampoco el consenso y continuará siendo el sufragio la herramienta
democrática de desenredo de muchos conflictos.
Fuentes de consulta:
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