Ricardo
Ojeda Leos
Un fantasma recorre el mundo…el fantasma del coronavirus. Sirva esta
parafraseo de las primeras líneas del manifiesto comunista de 1848 redactado
por Carlos Marx y Federico Engels para intentar describir brevemente esta etapa que
estamos viviendo. Los citados autores referían como fantasma, ante todo, a una
teoría que aludía el fin del capitalismo y reivindicaba a la clase trabajadora.
En nuestro caso, el llamado a ser el virus más famoso de nuestros tiempos
obliga a reivindicar el rol de los trabajadores, en especial de los encargados
de la educación: los maestros, en particular los docentes de educación básica, presagiando,
por fortuna sólo temporalmente, el fin de las clases presenciales, a quienes el virus
los alcanzó de manera tan repentina que muy pocos pudieron imaginar lo que
tendrían que enfrentar en un futuro inmediato: muchos tuvieron que desempolvar
sus añejas computadoras que ya habían remplazado por los llamados smartphones
con motivo de una mayor facilidad para llevar a cabo videoconferencias que permitieran
estar en contacto con autoridades educativas, alumnos y padres de familia , con ello muchos docentes también se percataron que sus computadoras requerían ser actualizadas para cumplir con las condiciones necesarias de hardware y software, es decir, a
contracorriente hubo que subsanar deficiencias técnicas y aprender a utilizar novedosas aplicaciones para intentar
mantener la comunicación necesaria que permitiera continuar con la enseñanza y
el aprendizaje de los programas educativos.
Las autoridades educativas, sobre todo
directores iniciaron una gran presión sobre los docentes por mantenerlos en una
dinámica laboral por momentos hasta más exhaustiva que en condiciones normales,
sin embargo finalmente la realidad poco a poco se ha ido encargando de mostrarles
que pese al gran esfuerzo y compromiso de los maestros, las diferencias en dispositivos,
herramientas, servicios de internet, etc., de los principales actores involucrados,
léase alumnos y maestros, es decir la desigualdad en la disponibilidad de los
recursos tecnológicos ha resultado ser una variable que impacta
significativamente y reduce en la misma proporción las posibilidades tanto de
cobertura como de calidad. No obstante, el propio Marx decía que la peor
lucha es la no se hace, y en ese rubro el esfuerzo de los docentes ha sido
sobresaliente, no a la par de los directivos, quienes en general se han limitado
a organizar videoconferencias con su profesores, la mayoría de las veces sólo para
incrementar la carga laboral que ya en sí misma es por momentos extenuante para
el profesorado, cuyo entusiasmo intenta compensar su deficiente formación en el
uso de las que se denominaban nuevas tecnologías, pero que sumada a desigualdad
esbozada, configuran un escenario escolar con muchas dificultades y
limitaciones para lograr los aprendizajes que fueron planeados para ser alcanzados
presencialmente.
En estas difíciles condiciones los maestros han
debido navegar entre el uso de las nuevas herramientas a distancia y enfocarse
en los contenidos esenciales, apostarle a la calidad sobre la cantidad de
aprendizajes , es decir a la famosa jerarquización de contenidos para llevar a
buen puerto un singular ciclo escolar que esperemos quede para el anecdotario. En
este contexto resulta justificable el discurso oficial de autoridades educativas y sindicales
en el sentido de que el ciclo escolar se rescatará, sin embargo, únicamente cada
profesor sabe perfectamente las características de lo logrado, las cuales están
muy lejanas de ser las óptimas y mucho menos homogéneas, dada las condiciones de
desigualdad no sólo tecnológica sino también social, debido al papel de los padres de
familia, que en estas condiciones acrecientan su importancia en el aprendizaje de
los alumnos.