domingo, 31 de mayo de 2020

La educación básica y el fantasma del coronavirus


Ricardo Ojeda Leos

Un fantasma recorre el mundo…el fantasma del coronavirus. Sirva esta parafraseo de las primeras líneas del manifiesto comunista de 1848 redactado por Carlos Marx y Federico Engels para intentar describir brevemente esta etapa que estamos viviendo. Los citados autores referían como fantasma, ante todo, a una teoría que aludía el fin del capitalismo y reivindicaba a la clase trabajadora. En nuestro caso, el llamado a ser el virus más famoso de nuestros tiempos obliga a reivindicar el rol de los trabajadores, en especial de los encargados de la educación: los maestros, en particular los docentes de educación básica, presagiando, por fortuna sólo temporalmente, el fin de las clases presenciales, a quienes el virus los alcanzó de manera tan repentina que muy pocos pudieron imaginar lo que tendrían que enfrentar en un futuro inmediato: muchos tuvieron que desempolvar sus añejas computadoras que ya habían remplazado por los llamados smartphones con motivo de una mayor facilidad para llevar a cabo videoconferencias que permitieran estar en contacto con autoridades educativas, alumnos y padres de familia , con ello muchos docentes también se percataron que sus computadoras requerían ser actualizadas para cumplir con las condiciones necesarias de hardware y software, es decir, a contracorriente hubo que subsanar deficiencias técnicas y aprender a utilizar novedosas aplicaciones para intentar mantener la comunicación necesaria que permitiera continuar con la enseñanza y el aprendizaje de los programas educativos.

Las autoridades educativas, sobre todo directores iniciaron una gran presión sobre los docentes por mantenerlos en una dinámica laboral por momentos hasta más exhaustiva que en condiciones normales, sin embargo finalmente la realidad poco a poco se ha ido encargando de mostrarles que pese al gran esfuerzo y compromiso de los maestros, las diferencias en dispositivos, herramientas, servicios de internet, etc., de los principales actores involucrados, léase alumnos y maestros, es decir la desigualdad en la disponibilidad de los recursos tecnológicos ha resultado ser una variable que impacta significativamente y reduce en la misma proporción las posibilidades tanto de cobertura como de calidad. No obstante, el propio Marx decía que la peor lucha es la no se hace, y en ese rubro el esfuerzo de los docentes ha sido sobresaliente, no a la par de los directivos, quienes en general se han limitado a organizar videoconferencias con su profesores, la mayoría de las veces sólo para incrementar la carga laboral que ya en sí misma es por momentos extenuante para el profesorado, cuyo entusiasmo intenta compensar su deficiente formación en el uso de las que se denominaban nuevas tecnologías, pero que sumada a desigualdad esbozada, configuran un escenario escolar con muchas dificultades y limitaciones para lograr los aprendizajes que fueron planeados para ser alcanzados presencialmente.

En estas difíciles condiciones los maestros han debido navegar entre el uso de las nuevas herramientas a distancia y enfocarse en los contenidos esenciales, apostarle a la calidad sobre la cantidad de aprendizajes , es decir a la famosa jerarquización de contenidos para llevar a buen puerto un singular ciclo escolar que esperemos quede para el anecdotario. En este contexto resulta justificable el discurso oficial de autoridades educativas y sindicales en el sentido de que el ciclo escolar se rescatará, sin embargo, únicamente cada profesor sabe perfectamente las características de lo logrado, las cuales están muy lejanas de ser las óptimas y mucho menos homogéneas, dada las condiciones de desigualdad no sólo tecnológica sino también social, debido al papel de los padres de familia, que en estas condiciones acrecientan su importancia en el aprendizaje de los alumnos.

miércoles, 27 de mayo de 2020

¿Enseñanzas o esperanzas? lo que nos deja el coronavirus…

Ricardo Ojeda Leos

          Esta pandemia dejará muchas enseñanzas o esperanzas que aún tardaremos por descifrar. Decía Albert Einstein que en tiempos de crisis es cuando surgen las mejores oportunidades, sin embargo descubrirlas no es fácil y construirlas, mucho menos.

          En un primer momento podemos apreciar que la tierra, es decir, la naturaleza es quien más se ha beneficiado del llamado coronavirus: los peces han podido vivir por un tiempo tranquilos en ríos y mares llevando a cabo su reproducción natural, las ballenas han regresado a lugares que ya no visitaban, formidables mamíferos que los humanos teníamos recluidos en la selva o en los montes, los hemos visto pasear por algunas ciudades, algunos cielos de las grandes urbes se han despejado un poco de la contaminación provocada por autos y fábricas que fueron obligados a parar, pero esa magnifica pausa poco a poco llega a su fin y el retorno de la voracidad humana parece inevitable. Ojalá que tanto gobiernos como ciudadanos logremos ver la oportunidad que significa respetar a la bien acertada y denominada “madre naturaleza” o de lo contrario, las futuras consecuencias de este tipo de eventos serán cada vez más desalentadoras.

          Desde otros ángulos y en variedad de temáticas podremos aproximarnos a otras enseñanzas o esperanzas que nos deja este singular virus que paralizó al mundo, una resulta de particular interés: la de la convivencia social, esto es, ¿Seremos capaces, después de esta lección, de comprender el valor de la cercanía humana y el abrazo fraternal? ¿Podremos deshacernos de la avidez de la individualidad y pensar en el beneficio colectivo? En una palabra ¿De verdad saldremos mejores seres humanos? Una respuesta positiva a cuestionamientos de este tipo no es únicamente lo deseable sino el camino necesario para cambiar un futuro que está lleno de incertidumbres y para muestra, no un botón... un simple virus.

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