martes, 21 de abril de 2020

¿Populismo o humanismo? Una breve reflexión en tiempos del coronavirus


Ricardo Ojeda Leos


          La minimización y desacreditación de las políticas de apoyo social a los grupos vulnerables, llámense personas de la tercera edad, alumnos de escuelas públicas, personas con discapacidad, jóvenes sin estudio y desempleados, etc. que ha emprendido el Presidente de la República, ha tenido como principal argumento por parte de la oposición -según ellos mismos- el nulo o escaso valor en el impacto a favor de la economía nacional y en cambio, a mediano o largo plazo, un presumible lastre que significarán los apoyos sociales a la población, y que terminarán ahogando las finanzas del propio gobierno federal, en términos más coloquiales arguyen que se tratan de medidas electoreras o populistas.

          En el mejor de los ánimos, debemos pensar que dichos juicios y vaticinios son producto de una racionalidad política a favor de México y no del deseo intrínseco de una oposición que sueña obsesivamente con un regreso al poder político. Con base a estos cuestionamientos, resulta obligado, para todo ciudadano que ejerce con responsabilidad su ciudadanía, realizar una seria reflexión de dichas medidas llevadas a cabo por el gobierno federal, aprovechando la pausa que ha provocado el coronavirus en el mundo,  y sin la estridencia mediática y el arrollador ruido de las redes sociales, mismas que abruman, parcializan y polarizan la opinión.

          Existe un pensamiento dominante e indiscutible entre los profesionales del manejo de las finanzas en todos los ámbitos: el recurso financiero es escaso y siempre es insuficiente. De alguna manera todos los gobiernos lo saben y desarrollan sus políticas públicas en esa idea , algunos con más restricciones a los programas de apoyo social que otros, pero todos de alguna forma siempre invierten recursos en esa área vulnerada económicamente, aun cuando la receta económica de facto que sigue todo gobierno es la inversión para la creación de empleos y la incentivación a la iniciativa privada, y que tiene como premisa un antiguo pensamiento oriental: si quieres darle de comer un día a un hombre, dale un pescado, si quieres darle de comer toda su vida, enséñale a pescar. Para cualquier persona que se jacte de poseer sentido lógico de administración de la justicia tal premisa es lo suficientemente sólida para justificar que la mayor inversión de recursos a los ciudadanos debe centrarse en “enseñar a pescar” y no en “darle el pescado” -amén de cuestionar su sano juicio-, pero también es verdad que no se puede dejar de “darle el pescado” a quien lo necesita para poder “aprender a pescar” y mucho menos a aquellos que por su edad, condición física o mental, no pueden pescar. Lo cual tiene que ver con un tema de humanismo y que todos los gobiernos de todos los países lo realizan en mayor o menor grado bajo sus propias características y condiciones socioculturales y económicas.

          Por otra parte, la desigualdad social es el efecto más perturbador de la gran problemática socioeconómica de nuestro país, y en consecuencia la distribución de recursos destinados a programas sociales pudiera verse como un medio para mitigar un poco esa gran ofensa social. Es decir, una mejor distribución de la riqueza sigue siendo una deuda histórica de nuestros gobiernos y únicamente ese señalamiento podría ser una razón de peso suficiente para justificar la inversión de recursos en programas sociales tendientes a reducir el impacto que causa esta desigualdad: hambre y enfermedades por un lado; delincuencia y violencia por el otro.

          Algunos de los apoyos que se han duplicado y extendido, significan una gran ayuda para una gran cantidad de la población y nada tiene que ver el tema de la holgazanería que se temía que provocaran, pero también es muy cierto que no se perciben grandes resultados hasta el momento, en la principal  agenda pendiente: la inseguridad y la violencia, la cual es el verdadero talón de Aquiles en este gobierno de quince meses, esperemos sea únicamente cuestión de tiempo. ¿Populismo o humanismo?, al tiempo …


Reflexiones sobre la crítica periodística




Ricardo Ojeda Leos


          Es un buen momento para hacer algunas reflexiones con lo que respecta a la postura crítica hacia el nuevo Gobierno de la República, desde un parecer distinto al que se ciñen algunos notables profesionales de ese periodismo crítico que pese presiones directas o indirectas lograron salir avante en su trabajo y subsistir a los embates que desde el poder padecieron en gobiernos anteriores. Tal pareciera que su meta actual es la crítica al poder en turno por el poder mismo, incluso hay quienes aseveran que esa debe ser la labor del periodismo, lo cual desde otra perspectiva, sufre un error sustancial, es decir, desde otro enfoque periodístico, sin quitarle un ápice de posicionamiento de periodismo crítico, lo que debe criticarse no es el poder por el poder mismo, sino la posible ruptura ideológica que pudiera hacer actuar a ese poder y el ejercicio de ese poder,  de lo contrario la propia naturaleza del error de dichas motivaciones conlleva el riesgo, inconscientemente tal vez, de abrevar hacia aquellas situaciones que por antaño el periodismo crítico también luchó, y con ello sembrar semillas de información que podrían germinar en ciertas posturas de ideas ante la opinión pública para propiciar un eventual regreso de las formas e ideologías que se impusieron desde los gobiernos y contra las que ellos mismos lucharon.
          Desde esta reflexión, la problemática de hacer periodismo crítico no debiera ser tan simple ni tan ingenua, no se trata de dar de palos con los ojos cerrados al poder que funge como piñata en turno, esa tarea la realiza con sobrado esmero el otro periodismo que sigue conservando, gracias a su organización, estructura tecnológica y económica, un gran poder persuasivo entre muchos sectores de la sociedad y que siempre estuvo aliado y atado a los intereses políticos y socioeconómicos del poder en turno. De lo que se trata es señalar errores y abusos que devengan de la ideología del nuevo poder, ideología que, de alguna manera u otra fue auspiciada con el trabajo periodístico crítico realizado y que coadyuvaron al convencimiento de más de treinta millones de electores el pasado primero de julio del 2018, esto es, denunciar temas donde brote la corrupción, el influyentismo, la opacidad, los conflictos de intereses y hacer notar posibles retardos de las nuevas políticas públicas así como la eficiencia y eficacia de las mismas, pero debe tenerse mucho cuidado de criticar a priori, medidas que, si bien no resultan estructurales, sí podrían representar nuevas alternativas hacia la construcción de un nuevo régimen con vocación de justicia social que intenta mejorar la seguridad y las condiciones de vida de millones de mexicanos, o en su caso, señalar errores y establecer nuevas propuestas. La critica al poder, solo por el poder en sí mismo es como engordar el caldo para el poderoso aparato opositor que se frota las manos por regresar.

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