Ricardo Ojeda Leos.
Es
respetable la opinión publicada el pasado 26 de
junio en el diario Reforma de José Woldenberg, quizá el personaje de mayor
credibilidad de los presidentes que tuvo el extinto IFE hoy INE, en relación a que “es una vergüenza” el grito de la
afición mexicana de futbol que asiste a los estadios a gritar la palabra “puto”
cuando despeja el balón el portero rival, acción a la que también refiere como un
“aullido masivo”. Sin embargo, consideramos que es una apreciación imprecisa y que corresponde a una visión que no compartimos muchos mexicanos.
El
Diccionario de la Lengua Española en su 22ª Edición, si bien en la primera
definición del adjetivo “puto” lo menciona “como calificación denigratoria”,
también establece un ejemplo muy claro que hace resaltar el contexto cultural
con el que suele aplicarse la palabra como lo es “Me quedé en la puta calle”.
Expresión que en estricto sentido no es causa de malestar para nadie.
En
una segunda definición, el citado diccionario también formula otro ejemplo,
cuando el adjetivo “por antífrasis puede
resultar encarecedor” como la expresión “ha vuelto a ganar. ¡Qué
puta suerte tiene!”. Expresión que también denota el uso del adjetivo en un
contexto que finalmente nada tiene que ver con un insulto como tal y mucho menos
con cuestiones “homofóbicas”.
La
tercera definición que aparece en el diccionario es “necio” y entre paréntesis
“tonto”, definición que puede parecer un insulto, tal vez lo sea, sobre todo la
expresión “tonto” pero que finalmente tampoco resulta una definición que denota
“homofobia” y que además suele utilizarse en diversos ámbitos sobre todo el
adjetivo “necio” para hacer alusión a alguien imprudente o con ideas
obstinadas.
La
cuarta definición que hace el citado diccionario es la de “hombre que tiene concúbito
con persona de su sexo”, y que hace referencia directa a la homosexualidad, que
si bien es utilizada por muchos mexicanos con esta connotación para referirse o
para insultar a personas con dicha preferencia sexual, también es cierto que
quien conozca un poco de nuestra cultura,
puede advertir claramente el uso de esta expresión incluso entre amigos
heterosexuales, para aludir entre ellos mismos sobre todo a personas que en
determinado momento expresan miedo ante muy diversas acciones, por lo cual es
fácil escuchar expresiones como “que puto eres” “no seas puto” incluso “oye
puto” entre otras y que incluso esta última expresión hasta denota una forma
“familiar” de dirigirse a alguien muy cercano. Debe quedar claro que esto no
quiere decir que sea lo más correcto ni que sea la forma más recomendable de
dirigirnos a las personas más cercanas, sino lo importante de esta breve
reflexión es la de destacar el contexto cultural con el que se utiliza la
palabra “puto”, y que refleja la multiplicidad de significados que puede
aplicársele al término.
Es
por lo tanto, desde el contexto cultural donde debe analizarse lo que José
Woldenberg refiere como “aullido masivo”, esto es, desde el escenario del
estadio de futbol repleto de gentes con explosiones de euforia porque su equipo
gane el partido, que si bien dentro de lo que también denomina como “masa de
gritones” se da en cierto sentido el anonimato, pero no como expresión de
cobardía y ni por esconderse entre los “muchos”, no es en esencia esa actitud la que predomina, porque el “gritón” no lanza
la piedra y esconde la mano, al contrario, cualquiera que observe esa acción de
los aficionados mexicanos, puede percatarse que por el contrario, el hincha
quiere hacerse notar, aparecer y si es ante las cámaras de televisión mejor.
Quizá como dice Woldenberg de manera individual “frente a frente” con el
portero rival ninguno de esos fanáticos aplicaría esa expresión al portero
adversario, pero porque en el escenario “frente a frente” cambia el contexto, porque
la expresión “frente a frente” a la que refiere Woldenberg hace pensar en un
escenario donde el portero no está despejando el balón y se halla con el
fanático “cara a cara”, de tal manera que el grito pierde sentido y no
necesariamente por un acto de cobardía, porque se debe insistir que es el
escenario el que determina el sentido del grito, análogamente el escenario del
ejemplo entre amigos donde la expresión “oye puto” adquiere otra connotación y
no necesariamente el insulto que podría parecer.
Es
ingenuo pensar que el grito de los hinchas no conlleve en su objetivo molestar
al portero rival, porque de eso se trata, porque esa es una manera, desde su
visión, en que puede influir el fanático para ayudar a su equipo, sometiéndole presión
al adversario. Sin duda que resulta más decoroso únicamente “echarle porras” a
su equipo y no denostar al adversario, sin embargo es un hecho que se busca molestar al rival, como lo hacen
todos los hinchas con otros gritos como el “ole” o el “buuuh” que igualmente resultan
insultantes pero a los que nadie les ha dado la misma importancia.
Y
tampoco se trata de escudarse en el hecho de que así se estila agredir a los
rivales en los estadios, pero este breve análisis no se centra en lo que
“debiera ser” para evitar quedar atrapados en el conflicto filosófico conocido
como la guillotina de Hume, que analiza el
abismo entre “el deber ser y el ser”, donde sin lugar a dudas Woldenberg tiene
mucha razón cuando señala que “la violencia física se inicia normalmente con la
violencia verbal” y debiéramos, por supuesto ser más y cuidadosos en el uso del
lenguaje, pero partimos de lo “que es” de lo “que se acostumbra” y sobre todo
del contexto en el que se dice y que finalmente determina el sentido y el
objetivo del “aullido masivo”
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