Ricardo Ojeda Leos
La cultura fue definida en un
principio por Edward B. Tylor y la
definió como “aquel todo complejo que incluye conocimientos, creencias, arte,
leyes, moral, costumbres y cualquier otra capacidad y hábitos adquiridos por el
hombre en cuanto miembro de una sociedad”.
La UNESCO también se ha pronunciado
indicando que “la cultura es el conjunto
de conocimientos y de valores que no es objeto de ninguna enseñanza específica
y que, sin embargo, todos los miembros de una comunidad conocen”
Esto es, “la cultura aparece como el
contexto simbólico que rodea de manera permanente y de forma más o menos
perceptible, el crecimiento y desarrollo de los individuos y de los grupos
humanos” (Pérez, 2004, p. 3)
De tal manera que como lo indica Finkielkraut
(1990) podemos vislumbrar en cada una de las definiciones de cultura un
componente popular y tradicional, es decir, hallamos en la cultura el espíritu popular
del que se emerge y que está impregnado en todos las representaciones de la
cotidianidad, pero este concepto de
cultura popular se complica ante el desarrollo insospechado y la influencia de
los medios de comunicación en los contextos económicos, políticos y tecnológicos.
Es tal esta influencia externa, que
en la introducción de su texto, Peréz (2004) nos hace percatarnos que la
herencia social es cada vez menos determinada por la cultura local y
crecientemente influenciada por los medios telemáticos. Que si bien en este
sentido se ha ensanchado y ampliado el horizonte cultural también en la misma
proporción se ha menoscabado la seguridad que otorgaba el arraigo de la cultura
local.
En este contexto, explica Pérez
(2004) que el reemplazo del concepto clásico de clase social por el de
formación cultural se debe a que éste último evita la interpretación
mecanicista en las relaciones entre las condiciones económicas y las
elaboraciones simbólicas de los grupos humanos más no porque las diferencias
sociales y económicas, así como condiciones de injusticia hayan dejado de
existir.
En el mismo texto, haciendo referencia a Geertz
(1993) se destacan las relaciones de interdependencia y autonomía entre la
cultura y la estructura social, considerando a la cultura como la trama de
significados mediante la cual se interpreta experiencia y guía la acción, y la
estructura social como la forma que toma esa acción, es decir, como una red de
relaciones sociales, que son configuradas tanto por aspectos económicos y
políticos como por las acciones subjetivas individuales y de grupo. Asimismo y
en ese sentido este autor afirma que: “el hombre es un animal suspendido en
redes de significados que él mismo ha contribuido a tejer”.
Más adelante Pérez (2004) afina su
concepto de cultura y la define con base a la complejidad de sus componentes “como
el conjunto de significados, expectativas y comportamientos compartidos por un
determinado grupo social, que facilitan y ordenan, limitan y potencian, los
intercambios sociales, las producciones simbólicas y materiales y las
realizaciones individuales y colectivas dentro de un marco espacial y temporal
determinado”.(p. 5)
Finalmente, Peréz, Gómez (2004)
señala como en la escuela, es decir, en la institución más preciada que tiene
la sociedad, converge una convivencia multicultural en forma de una compleja
red simbólica y material, de valores, sentimientos, costumbres, rituales,
instituciones y objetos, todo ello matizado con la influencia abrumadora de la
tecnología y los medios de comunicación, es decir, confluyen en el espacio escolar,
la cultura científica, que se ve proyectada precisamente por las disciplinas
científicas, artísticas y filosóficas propias de los planes y programas de
estudio; la cultura académica, dada por las acciones que le dan concreción al
curriculum operativo; la cultura social representada
en la influencia que se ejerce a través de los valores hegemónicos que suceden
en el entorno social; la cultura institucional, a través de las actividades y
los rituales propios de la actividad escolar; y la cultura experiencial de los
alumnos, propiciada por la interacción de éstos con el entorno.
Desde
esta perspectiva, tiene sentido reconocer a la institución escolar y el sistema
educativo en su conjunto como el espacio de mediación cultural más importante
que tiene la sociedad, sin embargo, esta consideración es posible cuando se
cuestiona el mismo sentido de la escuela, su función social y la naturaleza del
quehacer educativo.Sacristán G. (1996) Comprender y Transformar la Enseñanza.