lunes, 3 de junio de 2024

El mandato de la continuidad

Ricardo Ojeda Leos

Culminó la jornada electoral del 2 de junio de 2024 en México con el resultado más contundente que no pudieron haber imaginado unos y otros. Ni los más optimistas de los partidarios de la transformación hubieran imaginado la enorme confianza que a través del sufragio les ratificó la sociedad mexicana, ni los más pesimistas de la oposición hubieran imaginado el enorme rechazo que les propinó la misma.

No se trata aquí de abonar a la llamada polarización social, porque, de alguna u otra manera, continuará, independientemente de nuestros deseos, porque simplemente se trata en el fondo de ingredientes necesarios en cualquier democracia. Las visiones ideológicas y políticas no son temas fáciles de diluir aún en el fracaso, ni cualquier derrota de esa naturaleza es fácil de digerir. Sin embargo, aún con esa complejidad que supone ese entramado interno de subjetividad, es urgente y necesario, por ambas partes, una clara interpretación del mandato social reflejado en las urnas: un gran error sería suponer que la sociedad les proporciona un cheque en blanco a la coalición ganadora, o que siempre castigará con el mismo látigo a los perdedores, es decir, los primeros deberán aquilatar la formidable pero también enorme responsabilidad que les ha sido depositada y trabajar en consecuencia y arduamente para ello; en tanto los segundos, tendrán que reflexionar sobre sus fallidas estrategias políticas y aceptar con modestia que no son poseedores incontrovertibles de la razón y que los sufragantes mexicanos poseen mayoría de edad y tienen pensamiento propio.

El mandato en las urnas es muy claro para propios y extraños: la continuidad de la llamada cuarta transformación, y para ello, el sufragio también le ha suministrado mejores condiciones para llevar a cabo todos sus objetivos, siendo pragmáticos, no tendría que haber excusas de esta naturaleza para consolidar en este sexenio el proyecto político que inició en 2018.

En medio de las pasiones que suelen desbordarse en estos acontecimientos, no se puede pasar por alto otro trascendente mandato de la sociedad mexicana y que es independiente de cualquier preferencia política, una decisión que es mucho más que simbolismo y sí, un auténtico triunfo de las mujeres en su lucha por la igualdad de género, una victoria que hasta no hace mucho se antojaba imposible: llevar a la palestra más importante de la función pública a la primera mujer presidenta en la historia de México. Mejores tiempos parecen asomar para las mujeres mexicanas.

En conclusión, el mandato es claro para los políticos en general, a quienes no les queda más camino que colocarse a la altura de una sociedad que quiere ser bien representada y que es cada vez más demandante, una sociedad mexicana que es difícil de engañar y que parece votar no en consonancia con la propaganda o la publicidad, sino de acuerdo a sus propias subjetividades e intereses.


Buscar este blog