Ricardo Ojeda Leos
¡Y de repente! Buscando el sentido a la vida, la mente que
andaba entre nubes se dispersó y las ideas comenzaron a dejar de caer a
cuentagotas y aquello poco a poco se convirtió en un gran torrente de
pensamientos y sensaciones. En ese extravió surgió el sentido y se encendió la única
y verdadera magia…la vida.
Buscarle el sentido a la vida es un extravío, estar
vivos, tiene por sí mismo el más profundo sentido. La razón es simple: estar
vivos es el más grande de los milagros, porque la probabilidad de nacer es prácticamente
nula, porque para ello hubo de suceder y entretejerse una infinita cantidad de acontecimientos
y combinaciones no sólo de índole físico o geográfico, sino también de índole decisional
y de toda suerte de emociones y oportunidades sociales y afectivas, todas ellas
fuera de nuestro más mínimo alcance. En tal contexto, el resultado más seguro
era jamás haber tenido la probabilidad de nacer, y aún con el enorme peso de
esa improbabilidad aquí estamos…por lo tanto, el sólo atrevimiento de cuestionar
el sentido de la vida no tiene ningún sentido y equivale a estar totalmente extraviados.
A lo que hay que hallarle sentido no es la vida,
ella se explica por sí sola, sino a lo que hacemos:
Beber una copa de vino, más allá de pretender
el olvido o el embrutecimiento, lo es el de degustar su sabor e incrementar la
sensibilidad para liberar a los propios sentidos del cinturón con el que suele
envolverles la razón.
Escuchar música, más allá de abrir los oídos para
empatar su ritmo con el nuestro, lo es experimentar nuevas posibilidades de
energía que ayudan a reinventar la vida.
Cantar, más allá de forzar a las cuerdas
vocales o intentar arrancar el aplauso -siempre de agradecerse- lo es el
destapar la conciencia y dejarla fluir entre alguna letra y alguna nota que al
juntarse entre todas las canciones dibujan los sentimientos que se hallan atrapados
entre la apariencia y la cotidianidad.
Correr, más allá de una recomendación médica para
tener un cuerpo saludable, lo es más para hacer una pausa a los pensamientos coloquiales
que acechan contra la tranquilidad y renovar a cada sístole y diástole la oxigenación
necesaria para transitar en un mundo que se rehace a cada instante.
Juguetear con tu perro, más allá para entretenerlo
a él, lo es más para darte la oportunidad de comunicarte con una de las más increíbles
fuentes de afecto incondicional y de abrir tus entumidas alas de expresión personal.
Escribir, más allá de la pretensión de ser leído
y lograr con ello un bestseller, lo es más el hecho de afinar la puntería de
tus pensamientos y recordarte quién eres realmente, al reafirmar tus más
profundos sueños y capacidades.
Trabajar, más allá de una necesidad de
supervivencia, lo es el de reavivar las relaciones sociales que hacen
evolucionar al ser humano y una oportunidad de servir directamente a los demás,
con lo cual se construye el más importante de los sentidos de la vida…el de
servir.
Incluso una
charla, ordenar tu espacio, cortar el césped,
tender tu cama, lavar el auto, viajar, leer, compartir una comida, etc.,
tienen más sentido de lo que regularmente puede uno imaginar.
Por eso, deja de culparte, deja de preocuparte por
el sentido de la vida, la vida no lo necesita, ella tiene sentido por sí misma,
lo saben las plantas que luchan por existir en las más férreas y mínimas condiciones,
los animales que revolotean brincan o corren llenos de alegría al ver un platillo
de comida, las estrellas que cada noche iluminan el firmamento a pesar de la
profunda oscuridad del mismo, y lo sabemos tú y yo, y todos…. sólo vive, muévete,
piensa en positivo, agradece el milagro, ¡Envuélvete en la magia de estar vivos!
¡Carajo!