viernes, 29 de enero de 2021

Avance o retroceso, una perspectiva desde lo personal

 Ricardo Ojeda Leos

          Momentos aciagos vive el mundo, y específicamente nuestro país en este primer mes del 2021: una cabalgante pandemia que parece no ceder y ante la cual México sigue escalando peligrosamente en esas estadísticas que nadie envidia, a pesar de los esfuerzos y las medidas no populares impuestas a los ciudadanos, como lo son las de prevención e higiene, así como la extensión del confinamiento y cierres intermitentes de la actividad económica, en donde la vacuna surge como la gran esperanza que por la misma demanda mundial y las complicaciones que conlleva el propio proceso logístico de vacunación, será progresivamente lenta ; una guerra incesante de información y también de desinformación entre aquellos medios de comunicación en antaño favorecidos por el sistema económico, hoy lógicamente resentidos, y de puntillosos medios emergentes, sobre todo provenientes de las redes sociales; una polarización en el ánimo social que no es, de ninguna manera, reciente, sino característica de las últimas décadas y que era matizada a modo por el espectro mediático al servicio de los gobiernos en turno que envolvió a la opinión nacional durante muchos años, es decir, una polarización que no deviene de un presunto discurso presidencial belicoso, sino que tiene su fuente en las condiciones de desigualdad e injusticia social entretejidas a los largo de las pasadas décadas y que con las nuevas políticas eminentemente populares provoca ahora el encono de los que gozaban de grandes beneficios  en tiempos pasados, quienes poseedores de un gran poder económico y mediático mantienen a la sociedad en medio de un bombardeo incesante que abona a la radicalización informativa; un proceso electoral en puerta que en su esencia normal conlleva la lucha política por el poder y con ello, sin duda, a la agudización del enfrentamiento de ideas y las emociones;  problemas de pérdida de empleos por efecto de la misma pandemia  aunque ya con una parsimoniosa recuperación de los mismos; la ola de violencia que a pesar de haber logrado detener la tendencia de crecimiento de los últimos años, continúa lacerando a la sociedad; y en medio de todo esto, la enfermedad por Covid 19 del primer mandatario, que afortunadamente parece que no pasará a mayores pero de cuya salud depende todo un sistema político presidencialista como el nuestro.

          En momentos de tanta convulsión  es menester detenerse y volver a reflexionar con tranquilidad, sin la prisa por una respuesta inmediata y contestataria, sobre lo alcanzado en estos dos años en medio de la pandemia y más allá de la misma. Vale la pena hacer un ejercicio honesto de balance de logros y adeudos de un gobierno presuroso por la transformación. Si bien el ciudadano común suele enredarse fácilmente con las grandes cifras y estadísticas nacionales que matemáticamente suelen interpretarse a modo de quien las emplea, quizá convendría hacerlo esta vez desde la experiencia personal, desde el círculo cercano en el que nos desenvolvemos, con nuestra familia, nuestros vecinos, alumnos, compañeros de trabajo etc. Contrastar con la experiencia del pasado y realizar un balance real de cómo estaríamos, cómo estamos, qué falta por hacer, si avanzamos o retrocedemos, desde una perspectiva personal tangible sin la mediación profesional de los analistas preferidos, tanto de los unos como de los otros, mismos que en su mayoría nos han demostrado estar lejos de la objetividad y del desinterés.

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