Ricardo Ojeda Leos
La percepción de la realidad social es un
problema complejo porque está filtrado inexorablemente por el pensamiento, es
decir, no percibimos lo que es, sino lo que creemos que es, o aún mejor como
dice Heric Hoffer “normalmente sólo
vemos lo que queremos ver; tanto es así, que a veces lo vemos donde no está .
Por eso llegar a la verdad puede ser un camino tortuoso y quizá imposible de
conseguir si no se adopta una visión sui
generis de la realidad, desde donde se observen los fenómeno sociales como “hechos sociales” -utilizando la terminología
de Durhkeim - y así distinguir que el todo es mucho más que la suma de las
partes.
Si nos empecinamos en ver por episodios o parcialmente el conflicto
social que se vive en estos momentos en México derivado del asunto magisterial
y su rechazo a una supuesta y cuestionada “Reforma Educativa” que nació en el
marco de la presión internacional por los organismos económicos como la OCDE,
caeremos inevitablemente en contradicciones y pugnas que no contribuyen a
ninguna salida que beneficie al actor más importante: la sociedad.
El interés superior debe estar concentrado en
la sociedad, no en los intereses individuales de los actores involucrados. No
es privilegiando las posibles o cuestionables “prebendas” de las que puedan
gozar líderes magisteriales o maestros, respectivamente, ni empeñándose en
sostener una Reforma que por su propia naturaleza dista mucho de la perfección,
hace falta desclerotizar el problema, esto es, flexibilizar los caminos de solución,
despojarse de necedades individuales y evitar que la terquedad domine en el
diálogo.
Es un error de principio iniciar un diálogo
exigiendo no tocar la fuente del conflicto que es la “Reforma Educativa” con el
argumento de que ésta representa el interés superior de los niños, lo cual es un
asunto que no es cuestionable, lo cuestionable es si la Reforma cumple esa función.
Eso es lo que tiene que discutirse, pero debe ser un debate abierto y con
especialistas en la materia, no únicamente con políticos, debe haber cabida a distintas
visiones que enriquezcan dicha Reforma y que abra el camino de la reconciliación
entre los grupos que están involucrados y los cuales cada vez son más.
Debe dejarse
de lado la postura de inamovilidad de dicha Reforma y colocar por encima el
interés superior: la sociedad. Aprovechar los puntos de coincidencia que
seguramente son más que aquellos en los que se disienten, limar con
inteligencia y con argumentos aquello que debe ser pulido. Sólo hace falta
voluntad política de ambas partes para hacerlo. Ese es el llamado que, sin
duda, la sociedad hace a todos los actores de este conflicto que amenaza con
desencadenar más hechos no deseables que
aún se pueden prevenir.