domingo, 23 de octubre de 2016
sábado, 8 de octubre de 2016
jueves, 8 de septiembre de 2016
"El mayor castigo para quienes no se interesan por la política
es que serán gobernados por personas que sí se interesan."
"Una nación permanece fuerte
mientras se preocupa de sus problemas reales
y comienza su decadencia cuando
puede ocuparse de los detalles accesorios."
Arnold J. Toynbee
(Historiador británico 1889-1975)
martes, 6 de septiembre de 2016
jueves, 18 de agosto de 2016
viernes, 8 de julio de 2016
Contra-argumentaciones sobre la lucha magisterial
Ricardo Ojeda Leos
Existen, sin duda, diversas
posturas de la sociedad en relación a la lucha que entabla el magisterio en
contra de la denominada “Reforma Educativa”, una gama de matices entre dos
polos opuestos en los cuales se halla entrampado el conflicto. Sin embargo,
para destrabar el nudo, es necesario llevar a cabo un análisis de esta
polarización, es decir, conocer los principales argumentos de quienes denuestan
la lucha magisterial.
Se pueden rescatar cinco de las
principales razones por las que muchos ciudadanos, incluyendo diversos actores
políticos y organizaciones como “Mexicanos Primero” se pronuncian en contra de
la lucha de los docentes, y las cuales aparecen constantemente en diversas discusiones:
- Los maestros no quieren ser evaluados
- Luchan por mantener sus “prebendas”
- La educación de los niños está por encima de cualquier interés.
- Sus movilizaciones afectan a terceros
- Sólo unos cuantos están en contra de la Reforma.
El primero de estos argumentos, es totalmente infundado, si
alguien sabe de evaluación y de su valor
para mejorar la educación son precisamente los maestros, se trata de una mentira
que han creado muchos actores con intereses muy particulares y con ayuda de los
medios de comunicación. Si se le pregunta a cualquier maestro, ya sea
participante en el movimiento o no, responderá que eso es falso, que ningún profesor
se niega a ser evaluado, en lo que no están de acuerdo es en el tipo de
evaluación. Al respecto, especialistas en la materia, tales como el Dr. Ángel
Díaz Barriga de la UNAM o el Dr. Manuel Gil Antón del Colegio de México, entre
otros, (al final se anexan enlaces de
algunos de sus trabajos) han expresado que efectivamente la evaluación
concebida en la Reforma no es integral ni evalúa el trabajo en el aula de los
docentes, sino que tiene un carácter evidentemente punitivo y denostador. Es decir,
la supuesta negativa de los docentes a la evaluación, es un argumento que debe ya
descartarse de la discusión porque no tiene fundamento alguno, para ser
incorporado en un análisis serio.
La segunda argumentación que coloca en el punto central de
la lucha magisterial las supuestas “prebendas” , cabe mencionar que si bien,
como en toda organización de esta naturaleza en México, son ante todo los líderes quienes se ven inmersos
en algunas canonjías, aun cuando muchas de ellas fueron dadas en contubernio por
favores recibidos por las propias autoridades que hoy lo reclaman, las cuales,
por supuesto, deben ser rotundamente criticables
y también castigadas por quienes las reciben pero también por quienes las
otorgaron en su momento. Sin embargo no puede generalizarse esta condición al
grueso de los docentes, las conquistas laborales alcanzadas tales como los 60 o 90
días de aguinaldo, los salarios adquiridos con base a la extinta carrera
magisterial, los días de vacaciones, la jornada laboral, los servicios seguridad
social, etc. son derechos que se tienen y
conquistas que toda la clase trabajadora debería tener como mínimo. Si se
argumenta que se trata de excesos porque la mayoría de los trabajadores mexicanos
que prestan sus servicios en la iniciativa privada no gozan de ellas, entonces
lo que habría que cuestionar seriamente es a la iniciativa privada que es capaz de generar empleos pero de no brindar condiciones y prestaciones laborales
dignas. De obstinarse en defender dicha
argumentación estaríamos ante un panorama que se podría describir tristemente
con la parábola de los cangrejos, en la cual de tres cubetas llenas de cangrejos
americanos, japoneses y mexicanos, respectivamente, solo las dos primeras
permanecían cerradas para que no se escaparan, porque entre ellos hacían cadenas
para salirse de la cubeta, mientras que la de los cangrejos mexicanos no había
necesidad de ser tapada, porque cuando uno de ellos trataba de salir, entre
todos se encargaban de jalarlo para abajo.
El tercer argumento, que antepone el interés superior del
niño a la educación, es por supuesto, una razón de un peso real y nadie en su
sano juicio la cuestionaría, y por supuesto, los propios maestros tampoco
lo hacen, pero lo que no se observa nítidamente es que la propia lucha encierra
en el fondo una lucha por el fortalecimiento de la educación y la escuela
pública, porque a pesar de que la Reforma no lo hace de manera explícita, si
existen atisbos de intenciones privatizadoras que de concretarse podrían
amenazar el derecho a la educación de todos los niños que no puedan pagar su
educación, tales medidas por citar algunas son los bonos de infraestructura para
mejorar las escuelas que anunció el gobierno hace algunos meses, mediante los
cuales se da acceso al capital privado, cuya característica principal siempre
son las ganancias económicas, o bien la propia autonomía de gestión escolar que
sin apuntar en este momento a la privatización de manera directa, si deja
abierta la rendija por donde podría más tarde generarse dichas
condiciones. Se podría objetar que se
trata quizá de una paranoia de muchos mal pensados, pero la historia de otros casos
obliga a permanecer alertas ante el bien nacional más preciado de los mexicanos.
Con respecto a los daños que se causan a terceros con las
manifestaciones, estamos en un callejón sin salida, dado que el sinuoso camino
legal parece lamentablemente estar cerrado cuando contraviene el interés político
de los gobernantes. Por ejemplo, ningún amparo procedió aun cuando se trata de
una ley retroactiva que lesiona derechos laborales adquiridos previos a la
reforma. Esto habla de la mezquindad en el sistema de justicia y por lo tanto
de una vía clausurada de antemano. ¿cómo manifestarse sin afectar a nadie? ¿resultaría eficaz que los docentes
protestaran en una especie de “manifestodromo” donde no perjudicaran a terceros
y ni tampoco las sordas autoridades hicieran caso alguno? ¿qué impacto puede tener
ir a gritar a un lugar donde no haya interlocución? Por supuesto que el diálogo
es el único camino pero cuando este no existe, inevitablemente suceden hechos como
los que estamos viviendo, con todas las lamentables implicaciones que todos
conocemos.
Finalmente, la última
argumentación ha quedado desnudada frente a los hechos que hablan de una extensión
nacional del conflicto, donde no sólo los que siempre se manifiestan están en contra
de la Reforma, sino también muchos que antes no lo hacían, así como la gran mayoría
que continúan en las aulas trabajando pero que están molestos con la presión
administrativa-laboral de dicha ley.
Enlaces
para consultar
Díaz Barriga, Angel.
Hacia una alternativa [Disponible en línea] http://www.educacionfutura.org/hacia-una-alternativa-angel-diaz-barriga/
Gil Antón, Manuel. La reforma educativa: el fin de un prejuicio.
El universal [Disponible en línea] http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/articulo/manuel-gil-anton/nacion/2016/03/1/la-reforma-educativa-el-fin-de-un
miércoles, 22 de junio de 2016
El conflicto magisterial y el camino del diálogo
Ricardo Ojeda Leos
La percepción de la realidad social es un
problema complejo porque está filtrado inexorablemente por el pensamiento, es
decir, no percibimos lo que es, sino lo que creemos que es, o aún mejor como
dice Heric Hoffer “normalmente sólo
vemos lo que queremos ver; tanto es así, que a veces lo vemos donde no está .
Por eso llegar a la verdad puede ser un camino tortuoso y quizá imposible de
conseguir si no se adopta una visión sui
generis de la realidad, desde donde se observen los fenómeno sociales como “hechos sociales” -utilizando la terminología
de Durhkeim - y así distinguir que el todo es mucho más que la suma de las
partes.
Si nos empecinamos en ver por episodios o parcialmente el conflicto
social que se vive en estos momentos en México derivado del asunto magisterial
y su rechazo a una supuesta y cuestionada “Reforma Educativa” que nació en el
marco de la presión internacional por los organismos económicos como la OCDE,
caeremos inevitablemente en contradicciones y pugnas que no contribuyen a
ninguna salida que beneficie al actor más importante: la sociedad.
El interés superior debe estar concentrado en
la sociedad, no en los intereses individuales de los actores involucrados. No
es privilegiando las posibles o cuestionables “prebendas” de las que puedan
gozar líderes magisteriales o maestros, respectivamente, ni empeñándose en
sostener una Reforma que por su propia naturaleza dista mucho de la perfección,
hace falta desclerotizar el problema, esto es, flexibilizar los caminos de solución,
despojarse de necedades individuales y evitar que la terquedad domine en el
diálogo.
Es un error de principio iniciar un diálogo
exigiendo no tocar la fuente del conflicto que es la “Reforma Educativa” con el
argumento de que ésta representa el interés superior de los niños, lo cual es un
asunto que no es cuestionable, lo cuestionable es si la Reforma cumple esa función.
Eso es lo que tiene que discutirse, pero debe ser un debate abierto y con
especialistas en la materia, no únicamente con políticos, debe haber cabida a distintas
visiones que enriquezcan dicha Reforma y que abra el camino de la reconciliación
entre los grupos que están involucrados y los cuales cada vez son más.
Debe dejarse
de lado la postura de inamovilidad de dicha Reforma y colocar por encima el
interés superior: la sociedad. Aprovechar los puntos de coincidencia que
seguramente son más que aquellos en los que se disienten, limar con
inteligencia y con argumentos aquello que debe ser pulido. Sólo hace falta
voluntad política de ambas partes para hacerlo. Ese es el llamado que, sin
duda, la sociedad hace a todos los actores de este conflicto que amenaza con
desencadenar más hechos no deseables que
aún se pueden prevenir.
miércoles, 18 de mayo de 2016
miércoles, 13 de abril de 2016
viernes, 18 de marzo de 2016
miércoles, 16 de marzo de 2016
jueves, 18 de febrero de 2016
El poder de la palabra
Ricardo Ojeda Leos
Lo que mueve al mundo son las palabras, sin ellas la
realidad social permanecería estática, de ahí la importancia del conocimiento y
adecuada aplicación de ellas en cualquier ámbito de nuestra vida. Esta
aseveración pareciera contrastar con la expresada por Victor Hugo, que
señala que “no hay nada más poderoso que
una idea a la que le ha llegado su tiempo” , en el sentido de que no serían las
palabras sino las ideas las que determinan el rumbo del mundo social, sin
embargo a favor de la tesis enunciada en primera instancia, baste recordar lo
que establece Vigotsky en relación a la
constitución del pensamiento, cuando menciona que la palabra no es tan sólo el
medio de expresión del pensamiento sino que a la vez el pensamiento se
constituye en la palabra, esto es, las palabras son los peldaños con los cuales
se construye el pensamiento. Sin las
palabras resultaría imposible formular una idea, al menos en primera instancia,
de esas complejas que se convierten en poderosas cuando les llega su tiempo, como certeramente
lo establece el escritor Víctor Hugo.
Porque quizá
se podría cuestionar que podrían formularse ideas más simples sin la ayuda de
las palabras, sin embargo el propio Jorge Luis Borges establecía, que cuando él
había intentado sin saber con qué fortuna, escribir cuentos directos, jamás se
atrevió a afirmar que fueran sencillos, porque “no hay en la tierra una sola
página, una sola palabra, que lo sea, ya que todas postulan el universo, cuyo
más notorio atributo es la complejidad.”
Los políticos conocen
muy bien de la complejidad y del poder de las palabras, por eso sin escatimar invierten
mucho tiempo en la redacción de sus discursos, por eso es típico que se rodeen
de personas hábiles en el lenguaje y especialistas en el uso de eufemismos,
porque lo que les interesa es posicionarse en el pensamiento de los ciudadanos
y éstos aparte de algún otro tipo de interés que pudiera moverlos, es innegable
que en una importante medida también se vean seducidos por el impacto de las
palabras. El pensamiento de los políticos puede incluso viajar en sentido contrario
a las palabras pronunciadas, porque éstos están al tanto de que pueden pensar a
su albedrío pero no obstante tienen que concentrarse principalmente en lo que
se enuncia, porque como lo mencionara Miguel Ángel Asturias: “del pensamiento
se regresa, de la palabra no” y complementara con acierto Suárez-Iñiguez, “y de
la acción menos”.
Sin
embargo, el cuidado y atención de las palabras, así como su consecuente impacto,
no le debe ser propio exclusivamente a
los políticos, porque en el contexto profesional o laboral resulta inobjetable
el peso específico de las palabras no únicamente para entablar una eficaz
relación productiva sino también para propiciar un sano ambiente de trabajo con
las personas con las cuales se interacciona; asimismo en cualquier otro ámbito
de convivencia social o de interacción familiar, las palabras impactan más de
lo que se pudiera imaginar, y seguramente muchas personas tendrán más de una
anécdota en donde el uso apropiado o inadecuado de ellas les produjo una
situación positiva o negativa al respecto.
De acuerdo a la tesis
de Sapir-Whorf, el lenguaje -y con él-
las palabras, actúan como una herramienta que no únicamente describe
realidades, sino que también las crea, por lo que la palabra resulta en este
contexto que además de ser una herramienta compleja construida por la especie
humana a través de miles de años y de
constituir, sin duda alguna, su obra más importante, mucho más que cualquier otra invención que se pudiera mencionar,
sigue siendo asimismo, su principal motor de auto-transformación de la realidad.
Es decir, la palabra se convierte en el instrumento que hace evolucionar y
aleja al ser humano de su pasado animal ancestral.
Por lo tanto, uno de los mejores aliados que el ser humano puede
tener para su beneficio y propia transformación lo constituye la
palabra. De ahí que cualquier esfuerzo encaminado a depurar el lenguaje
personal y a enriquecerlo incorporando nuevos elementos lingüísticos nunca
resultará de sobra aun cuando siempre termine siendo insuficiente.
Como una manera de ofrecer un ejemplo nítido del poder
de la palabra, vale la pena aprovechar la historia propia de México y recordar aquel
pasaje de la Reforma lleno de vaivenes y confusiones en la Ciudad de
Guadalajara en el momento en que entraba un destacamento de soldados sublevados
dispuestos a fusilar a un grupo de aproximadamente ochenta personas recluidas
en el Palacio, entre ellos al Presidente Juárez y a muchos de los colaboradores de su gobierno,
quien en esos dramáticos instantes, con inverosímil actitud y tranquilidad se
posó frente al grupo de agresores que movían sus fusiles a la orden de: "¡Al
hombro! ¡Presenten! Preparen! ¡ Apunten!...", a la par en que Don Guillermo Prieto, entonces
ministro de Hacienda, y quien momentos antes había decidido regresar con el
grupo que iba a ser sacrificado, se interpuso entre Juárez y los soldados, y
apagando la orden detonadora de “fuego”, grito: "¡Levanten esas armas!, ¡levanten esas armas!, ¡los
valientes no asesinan...!" a estas palabras le siguieron otras más que
empoderaron al ministro de Hacienda al grado de desbaratar el peligro y sacudir
emocionalmente a los agresores quienes se retiraron conmocionados, sucumbiendo ante
la magia y el poder de las palabras pronunciadas, por quienes sus compañeros le
llamarían a la postre, el salvador de la Reforma.
Finalmente, a manera de corolario final y
parafraseando a algunos de los autores mencionados, conviene señalar que hay que
tener cuidado con lo que se piensa, pero más con lo que se dice y mucho más,
por supuesto, con lo que se hace.
martes, 2 de febrero de 2016
Suscribirse a:
Entradas (Atom)