Ricardo Ojeda Leos
Lo poco que podamos hacer muchos, resulta mucho respecto a lo poco que hemos estado haciendo. Esto es lo primero que debemos tener muy presente y dilucidar perfectamente, para enfrentar el problema de la escasez y contaminación del agua, es decir, debemos partir de que el problema del líquido de la vida, no es privativo de los gobiernos, sino de que es responsabilidad de TODOS: sociedades y gobiernos, que incluye, por supuesto a ciudadanos, empresas, industrias, instituciones educativas y de investigación, así como todo tipo de asociaciones clubes, y partidos políticos, consecuentemente. Esta es la premisa fundamental y debe quedar claro; mientras no lo entendamos así, muy poco o nada podremos hacer para solucionar uno de los mayores retos que enfrenta la humanidad para su supervivencia.
“¿Qué es lo que admiró Bloom, amante del agua, chupador de agua, aguatero, volviendo al fogón?
Su universalidad; su democrática igualdad y su naturaleza fiel a sí misma que la lleva a buscar su propio nivel…”[1]
Parafraseando la expresión, hoy esa democrática igualdad se halla al filo de no cumplirse; y contrariamente es muy posible que el agua se convierta en factor de desigualdad social, acrecentando la misma ya existente. Continuando en esa misma línea, enfrentamos un escenario donde el agua tampoco busca su nivel por sí misma; es necesario limpiarla, transportarla, bombearla, etc.
Y no se trata de una nueva agua con otras propiedades, estamos hablando de la misma agua, cuyo comportamiento físico fue estudiada desde Arquímedes, pasando por Galileo - el temerario científico que puso a sudar a la Iglesia- La misma agua cuya conducta en el aparente vacío le propinó tremenda derrota a las ideas puras de Aristóteles ante el experimento de Torricelli.[2] Y la que el mismísimo Sir Isaac Newton en cuya noción sobre el cambio de energía potencial a energía cinética, no estuvo tan acertado, hasta la ingeniosa hidráulica de la mente de Leonardo Da Vinci. Es decir, se trata del mismo líquido que propició la vida en la Tierra y la que bebió la fantástica y descomunal fauna que habitó nuestro planeta durante la era mesozoica, la misma que hoy se halla mermada en nuestros acuíferos y cada vez más contaminada por una sociedad que la ha utilizado de manera irracional y que nunca previó un uso sustentable de la misma.
Es posible que haya aún quien piense que se exagera, porque se sabe que la mayor parte de nuestro planeta está cubierto por agua, pero el gran problema es que solo el 3% de esa agua es dulce, y es precisamente la que corresponde al tipo de agua que necesitamos para vivir los seres humanos, y de ese porcentaje, es menos del 1% el que podemos utilizar, porque el resto se encuentra en los polos en forma de hielo. Desde este contexto el problema adquiere su tamaño real y de verdad resulta muy difícil hallar visiones más promisorias.
Los problemas de desabasto hídrico que la humanidad enfrenta, vienen acompañados de la contaminación y es ésta última en gran medida la causa del problema. Cuando el agua se contamina cambia drásticamente su vital beneficio, es decir, el líquido de la vida pasa a ser un líquido causante de enfermedades y muerte. Se calcula que mueren al año 10 veces más personas por enfermedades causadas por la contaminación del agua que por efectos bélicos. El cólera, la fiebre tifoidea, la poliomielitis, la meningitis, la hepatitis A y E y la diarrea son algunos tipos de enfermedades que resultan mortales. Tenemos delante de nosotros un problema hídrico de dimensiones incalculables, cuyos trágicos rostros son la escasez y la contaminación con sus fatídicas consecuencias: hambruna, sequía y pérdida de cosechas, entre otras.
Por eso se requiere hoy más que nunca, de una mirada integral al problema para abordarlo desde todos los flancos posibles: desde la responsabilidad de los organismos encargados de su administración que tiene que ver con mejorar, o en su caso, implementar las mediciones de consumo para que haya los cobros justos y necesarios, así como para evitar y prevenir fugas. Desde la legislación, urge revisar y enmendar en su caso, los reglamentos de construcción para respetar ordenamientos territoriales y obligar a la construcción de plantas tratadoras de aguas residuales en las zonas habitacionales, así como una tabulación de precios que privilegie el uso racional del agua, en la lógica de que pague un menor precio quien menos consuma y que pague precios mayores quienes más consuman. A los gobiernos, les corresponde hacer cumplir los ordenamientos en esta materia, invertir en obras que vayan desde la separación de aguas residuales y aguas pluviales hasta las grandes obras hidráulicas, así como implementar políticas públicas con miras al uso sostenible del agua.
Pero además de una urgente legislación ad hoc a esta etapa crítica de escasez y contaminación del agua, requerimos generar nuevas tecnologías para su uso doméstico y su ahorro, pues es en los hogares donde se desperdician grandes porcentajes de agua. Por citar algún ejemplo, el Water Close, el inodoro clásico que conocemos por las siglas WC, inventado por el inglés John Harrington en 1589 y perfeccionado después por Joseph Bramah, corresponde básicamente al mismo modelo que se utiliza desde hace más de 2 siglos; un modelo que correspondió a una etapa diferente de la humanidad donde la escasez y la contaminación del agua no representaban mayor problema, pero en el escenario en que hoy vivimos ha quedado bastante evidenciado su mecanismo de desperdicio de agua al consumir una cuarta parte del agua doméstica. En este punto a lo más que se ha llegado es a disminuir la capacidad del tanque de almacenamiento de ese mueble, pero aún así, se sigue desperdiciando una cantidad importante del líquido. Urge en ese sentido otra tecnología, tal como ya existe con algunos tipos de mingitorios que funcionan sin necesidad de agua, es decir, la investigación y la industria misma tienen mucho que aportar en esta materia. Y estamos hablando de pensar por ejemplo, en nuevos materiales textiles que faciliten el lavado de la ropa sin desperdiciar agua, productos de limpieza que requieran menor cantidad de la misma, sistemas de calentamiento del agua en los hogares que eviten el desperdicio inicial en las regaderas, materiales que se ensucien menos, sistemas de purificación doméstica del agua, incluso es tiempo de empezar a pensar en la desalinización del agua marina. Aunque todo esto parece tan inviable como imposible, frente a escenarios futuristas bélicos y catastróficos por nuestro preciado líquido, vale la pena empezar a considerarlo.
Para finalizar, debemos decir que es precisamente hoy cuando tenemos que redoblar el ánimo, porque todos podemos empezar a hacer algo. De acuerdo a la idea inicial, nada será posible si no nos queda claro de que este problema que amenaza la supervivencia humana es de todos, y lo poco que podamos hacer ahorrando y evitando el desperdicio y contaminación del agua, resulta realmente mucho con relación a lo poco que se hace. No podemos continuar manteniéndonos impávidos y seguir culpándonos unos a otros ante nuestras inminentes circunstancias apocalípticas, ya no podemos seguir archivando la realidad, no es posible continuar con los brazos cruzados y esperar que otros tomen la iniciativa, no se vale y no podemos cancelar el futuro de las nuevas generaciones; es necesario que cada uno de quienes habitamos en este hogar, al que hemos denominado Tierra, hagamos algo, aún sin esperar que otros lo hagan. Ojalá aún estemos a tiempo.
[1] Enzo Levi, citando a James Joyce en El agua según la ciencia. P. 11, Ediciones Castell, Mexicana, SA de CV.
[2] Torricelli demuestra que el aire ocupa espacio y desplaza al agua frente a la idea de vacío de Aristóteles.
Lo poco que podamos hacer muchos, resulta mucho respecto a lo poco que hemos estado haciendo. Esto es lo primero que debemos tener muy presente y dilucidar perfectamente, para enfrentar el problema de la escasez y contaminación del agua, es decir, debemos partir de que el problema del líquido de la vida, no es privativo de los gobiernos, sino de que es responsabilidad de TODOS: sociedades y gobiernos, que incluye, por supuesto a ciudadanos, empresas, industrias, instituciones educativas y de investigación, así como todo tipo de asociaciones clubes, y partidos políticos, consecuentemente. Esta es la premisa fundamental y debe quedar claro; mientras no lo entendamos así, muy poco o nada podremos hacer para solucionar uno de los mayores retos que enfrenta la humanidad para su supervivencia.
“¿Qué es lo que admiró Bloom, amante del agua, chupador de agua, aguatero, volviendo al fogón?
Su universalidad; su democrática igualdad y su naturaleza fiel a sí misma que la lleva a buscar su propio nivel…”[1]
Parafraseando la expresión, hoy esa democrática igualdad se halla al filo de no cumplirse; y contrariamente es muy posible que el agua se convierta en factor de desigualdad social, acrecentando la misma ya existente. Continuando en esa misma línea, enfrentamos un escenario donde el agua tampoco busca su nivel por sí misma; es necesario limpiarla, transportarla, bombearla, etc.
Y no se trata de una nueva agua con otras propiedades, estamos hablando de la misma agua, cuyo comportamiento físico fue estudiada desde Arquímedes, pasando por Galileo - el temerario científico que puso a sudar a la Iglesia- La misma agua cuya conducta en el aparente vacío le propinó tremenda derrota a las ideas puras de Aristóteles ante el experimento de Torricelli.[2] Y la que el mismísimo Sir Isaac Newton en cuya noción sobre el cambio de energía potencial a energía cinética, no estuvo tan acertado, hasta la ingeniosa hidráulica de la mente de Leonardo Da Vinci. Es decir, se trata del mismo líquido que propició la vida en la Tierra y la que bebió la fantástica y descomunal fauna que habitó nuestro planeta durante la era mesozoica, la misma que hoy se halla mermada en nuestros acuíferos y cada vez más contaminada por una sociedad que la ha utilizado de manera irracional y que nunca previó un uso sustentable de la misma.
Es posible que haya aún quien piense que se exagera, porque se sabe que la mayor parte de nuestro planeta está cubierto por agua, pero el gran problema es que solo el 3% de esa agua es dulce, y es precisamente la que corresponde al tipo de agua que necesitamos para vivir los seres humanos, y de ese porcentaje, es menos del 1% el que podemos utilizar, porque el resto se encuentra en los polos en forma de hielo. Desde este contexto el problema adquiere su tamaño real y de verdad resulta muy difícil hallar visiones más promisorias.
Los problemas de desabasto hídrico que la humanidad enfrenta, vienen acompañados de la contaminación y es ésta última en gran medida la causa del problema. Cuando el agua se contamina cambia drásticamente su vital beneficio, es decir, el líquido de la vida pasa a ser un líquido causante de enfermedades y muerte. Se calcula que mueren al año 10 veces más personas por enfermedades causadas por la contaminación del agua que por efectos bélicos. El cólera, la fiebre tifoidea, la poliomielitis, la meningitis, la hepatitis A y E y la diarrea son algunos tipos de enfermedades que resultan mortales. Tenemos delante de nosotros un problema hídrico de dimensiones incalculables, cuyos trágicos rostros son la escasez y la contaminación con sus fatídicas consecuencias: hambruna, sequía y pérdida de cosechas, entre otras.
Por eso se requiere hoy más que nunca, de una mirada integral al problema para abordarlo desde todos los flancos posibles: desde la responsabilidad de los organismos encargados de su administración que tiene que ver con mejorar, o en su caso, implementar las mediciones de consumo para que haya los cobros justos y necesarios, así como para evitar y prevenir fugas. Desde la legislación, urge revisar y enmendar en su caso, los reglamentos de construcción para respetar ordenamientos territoriales y obligar a la construcción de plantas tratadoras de aguas residuales en las zonas habitacionales, así como una tabulación de precios que privilegie el uso racional del agua, en la lógica de que pague un menor precio quien menos consuma y que pague precios mayores quienes más consuman. A los gobiernos, les corresponde hacer cumplir los ordenamientos en esta materia, invertir en obras que vayan desde la separación de aguas residuales y aguas pluviales hasta las grandes obras hidráulicas, así como implementar políticas públicas con miras al uso sostenible del agua.
Pero además de una urgente legislación ad hoc a esta etapa crítica de escasez y contaminación del agua, requerimos generar nuevas tecnologías para su uso doméstico y su ahorro, pues es en los hogares donde se desperdician grandes porcentajes de agua. Por citar algún ejemplo, el Water Close, el inodoro clásico que conocemos por las siglas WC, inventado por el inglés John Harrington en 1589 y perfeccionado después por Joseph Bramah, corresponde básicamente al mismo modelo que se utiliza desde hace más de 2 siglos; un modelo que correspondió a una etapa diferente de la humanidad donde la escasez y la contaminación del agua no representaban mayor problema, pero en el escenario en que hoy vivimos ha quedado bastante evidenciado su mecanismo de desperdicio de agua al consumir una cuarta parte del agua doméstica. En este punto a lo más que se ha llegado es a disminuir la capacidad del tanque de almacenamiento de ese mueble, pero aún así, se sigue desperdiciando una cantidad importante del líquido. Urge en ese sentido otra tecnología, tal como ya existe con algunos tipos de mingitorios que funcionan sin necesidad de agua, es decir, la investigación y la industria misma tienen mucho que aportar en esta materia. Y estamos hablando de pensar por ejemplo, en nuevos materiales textiles que faciliten el lavado de la ropa sin desperdiciar agua, productos de limpieza que requieran menor cantidad de la misma, sistemas de calentamiento del agua en los hogares que eviten el desperdicio inicial en las regaderas, materiales que se ensucien menos, sistemas de purificación doméstica del agua, incluso es tiempo de empezar a pensar en la desalinización del agua marina. Aunque todo esto parece tan inviable como imposible, frente a escenarios futuristas bélicos y catastróficos por nuestro preciado líquido, vale la pena empezar a considerarlo.
Para finalizar, debemos decir que es precisamente hoy cuando tenemos que redoblar el ánimo, porque todos podemos empezar a hacer algo. De acuerdo a la idea inicial, nada será posible si no nos queda claro de que este problema que amenaza la supervivencia humana es de todos, y lo poco que podamos hacer ahorrando y evitando el desperdicio y contaminación del agua, resulta realmente mucho con relación a lo poco que se hace. No podemos continuar manteniéndonos impávidos y seguir culpándonos unos a otros ante nuestras inminentes circunstancias apocalípticas, ya no podemos seguir archivando la realidad, no es posible continuar con los brazos cruzados y esperar que otros tomen la iniciativa, no se vale y no podemos cancelar el futuro de las nuevas generaciones; es necesario que cada uno de quienes habitamos en este hogar, al que hemos denominado Tierra, hagamos algo, aún sin esperar que otros lo hagan. Ojalá aún estemos a tiempo.
[1] Enzo Levi, citando a James Joyce en El agua según la ciencia. P. 11, Ediciones Castell, Mexicana, SA de CV.
[2] Torricelli demuestra que el aire ocupa espacio y desplaza al agua frente a la idea de vacío de Aristóteles.